Un diálogo con Guadalupe Sánchez Sosa
La experimentación constante Por Samuel Lagunas
Durante la década de 1970, mientras empezaba una etapa de consolidación de la industria mexicana de animación con la realización del primer largometraje Los 3 reyes magos (Fernando Ruiz, 1974) y el lanzamiento de la exitosa serie Cantinflas Show (José Luis Moro, 1972), una estudiante de artes visuales originaria de Córdoba, Veracruz, se convirtió en la primera mujer en dirigir un cortometraje de animación. Influida por las ideas y el movimiento feminista, inspirada por el trabajo de Norman McLaren y llevada por una intensa curiosidad de experimentación, Guadalupe Sánchez Sosa realizó en 1976, en la casa de su maestro y amigo Carlos Bustamante ¿Y si eres mujer?, la cual también se convertiría en la primera película animada en México en emplear el cut-out y el collage.
Cuarenta y siete años después, Guadalupe vive en Xochimilco donde aguarda entusiasmada el estreno de su última película. Con motivo de la retrospectiva realizada por el FICUNAM del Colectivo Cine Mujer, del que formó parte en los años 80, así como de la exhibición de dos de sus cortometrajes en el Festival de Annecy 2023, pude conversar con ella sobre su trayectoria y sus aprendizajes.
Samuel Lagunas: ¿Cómo fue tu primer contacto con la animación como espectadora?
Guadalupe Sánchez Sosa: Lo que veíamos de niños era Cachirulo. La televisión estaba muy peleada en mi casa porque éramos siete hermanos. Yo no recuerdo haber visto mucho, entonces la animación en mi infancia no fue algo muy presente. Más bien leía los cómics que llevaban mis hermanos, Rolando el Rabioso es el que más recuerdo. Después sí vi caricaturas, pero nada que me marcara ni que me encantara. Mickey Mouse nunca fue para nada mi hit. Creo que me gustaba el gallo Claudio, pero sólo por la voz. Lo que me impactó mucho de la animación fue cuando conocí a McLaren, la diversidad de experimentos y búsquedas que hizo. Me impactó mucho cómo jugaba con el sonido. Ahí sí me clavé mucho viendo a McLaren.
S. L.: ¿Cómo fue que llegaste a ver las películas de McLaren?
G. S. S.: Puede que haya sido por mi hermano. Es posible que lo hay visto en un cine club en Jalapa. No lo tengo muy claro. Pero fue en San Carlos cuando lo vi con detenimiento gracias a mi maestro Carlos Bustamante. Yo creo que debió haber sido en el 70.
S.L.: ¿Qué es lo que te movió a ir a la Ciudad de México? ¿En qué espacios comienzas a desarrollarte?
G. S. S.: Yo llego a México en el 71, después de estar varios meses en Jalapa, que fue donde descubrí el cine club. En Córdoba no había nada, sólo aprendí mucho bordado y música. En Jalapa descubrí el teatro y me involucré mucho. Entonces entro en San Carlos y me toca una reestructuración de las asignaturas. Gracias a esos cambios, en el penúltimo año de la carrera, que era de cuatro años, tuve una materia que fue sobre nociones básicas de cine. Ahí es donde entra a dar clases por primera vez Carlos Bustamante, que es un fotógrafo que venía llegando a México. Carlos me explicó lo que es la ilusión óptica y cómo funcionaba la animación, pero sólo de forma hablada. Esa vez nos dejó un ejercicio. Yo iba muchas horas al taller de Gilberto Estévez Navarro a hacer dibujo, casi todas las veces de desnudo. Fue por eso que dibujé la Mentirosa, que es una mujer desnuda sentada en un sillón. Con ese dibujo empecé a experimentar e hice que esa mujer se volviera como un diablo y al final acabara volteando a la cámara haciéndole un “diablina” al espectador. ¿De dónde me salió eso? Yo había vivido el movimiento del 68 a partir de Jorge mi hermano. Marielena, mi hermana, era feminista de la segunda ola, de la generación de Marta Acevedo, de Marta Lamas y Rosa Marta Fernández. Y yo creo que de ahí me salió esta mujer-diablo en un sillón, Era como una mujer enojada a la que le cantan “Mentirosa”. Ya está allí el tema del género. Ser la santa o la mala, Pero eso lo veo ahora, cuarenta y cinco años después. En ese momento era muy intuitivo todo.
Mentirosa (1976).
S. L.: Y luego llegó ¿Y si eres mujer?
G. S. S.: En ¿Y si eres mujer? ya hubo una influencia más fuerte de Elena, mi hermana, como feminista. Además, ella era un parámetro para mí. Yo vivía con ella, quien estaba separada y tenía un hijo chiquito. No comencé con un storyboard como tal, pero sí con una serie de secuencias que contaban episódicamente la vida de una mujer desde recién nacida hasta las fanfarrias de la boda. Algo que tuvo mucho impacto en mí para la creación de esta película fue la revista Life, que conozco desde que estaba en Córdoba en la secundaria. Yo viví la guerra de Vietnam, la llegada a la luna, a través de los fotorreportajes de Life. Luego mi papá también compró una enciclopedia de pintura que yo ojeaba bastante. Me acuerdo de que me gustaban mucho Rembrandt y los impresionistas. Otra pintora que me asombró fue Remedios Varo, a quien conocí por un suplemento a color del periódico. Yo recorté todas las fotos y forré mis cuadernos y mis libros con las pinturas de Remedios para verlas todos los días. Entonces yo tenía guardados los recortes de Life, y como nunca me ha gustado repetirme, después de hacer Mentirosa con acetatos quise probar en qué consistía el cut-out. Siempre estoy experimentando.
S. L.: A mí me intriga esa decisión porque hasta ese momento yo no he ubicado películas con esa técnica en México. La animación que se había hecho en México era toda 2D, por eso me sorprende tu capacidad de innovar técnica y políticamente desde la animación. ¿Cómo es que llegas a hacer algo que no se había hecho antes en el país?
G. S. S.: La realidad es que no había escuelas de cine como tal, mucho menos de animación. El cut-out me lo explicó Carlos Bustamante. ¿Y si eres mujer? la grabamos en casa de Carlos, en una cabaña en Cuajimalpa. Allí filmamos en el piso de madera. Fue todo muy bonito, porque mientras yo trabajaba ahí, él invitaba el domingo a comer a sus amigos. Así conocía a Rogelio Naranjo, con quien surgió una amistad muy entrañable y un proyecto, que desgraciadamente nunca se concretó fue. Imagínate, debió de haber sido en el 77, íbamos a hacer un largometraje animado, con guion de Rogelio Naranjo y co-producción con Checoslovaquia, hubiera sido genial. Otra historia nos contaríamos de la animación mexicana.
¿Y si eres mujer? (1976).
S. L.: Otro elemento que me impresiona en ¿Y si eres mujer? es la aparición de la mano, que es como el padre, la madre, pero también es la mano de quien hace la animación. O sea, en el cartoon nunca vemos quién lo dibuja. En tu película, además, la presencia de la mano empata con la idea del patriarcado que mueve los cuerpos de las mujeres, ¿no? Entonces, ¿cómo fue que decidieron incluir la mano?
G. S. S.: Claro, la lectura que le das es correcta, y pensamos en ella desde un principio. Quisimos representar cómo todo es una imposición para la niña, como lo de los aretes. Es algo que viene de afuera y a la niña le duele. Entonces Carlos me sugirió meter las manos y ahí voy yo cuadro a cuadro, poco a poquito. Y después las metió él. Así tendríamos manos de hombre peludo, porque el patriarcado lo imponemos los dos, las mujeres y los hombres.
S. L.: Avanzando en el tiempo, después de estos años te dedicas a proyectos mayormente educativos y de gobierno. ¿Por qué tomar ese camino y no continuar con algo que podría ser más autoral?
G. S. S.: Buena pregunta. Yo creo que, por un lado, no encontré en ese momento un camino claro para seguir produciendo. Con el colectivo Cine Mujer hicimos Vida de Ángel y allí sí puedes ver la influencia de McLaren, sobre todo en el uso de las fotografías blanco y negro. Pero luego empiezo a navegar en el cine por otro camino, en la dirección de arte. Al inicio con Paul Leduc y María Novaro. Yo pintaba, hacía moños. Era una muy buena chinga y casi no existía remuneración Era puro amor al arte y las ganas de aprender. Fue hasta que trabajé para Disney Channel que pude dedicarme de nuevo a la animación por completo.
S. L.: Cuéntame sobre esas cápsulas, que ahora es casi imposible ver.
G. S. S.: Es que eso es terrible, que los directores nonos quedamos con los derechos de lo que hacemos. Yo estuve casi dos años trabajando para Disney e hice puras cápsulas de mi autoría en colaboración con Nuria Gómez, Creo que fueron como 18. La serie se llamó ¿Sabes qué?, si no me equivoco. Todo era maqueta, animación, cut-out. Fueron meses muy creativos. Eran contenidos para adolescentes y niños más grandecitos. Ojalá algún día pueda volver a verse ese material.
S. L.: Es por esos años que nace La Gota Gorda, ¿no es así? Desde allí han hecho mucha animación. Cuéntanos un poco más.
G. S. S.: Primero inicié un estudio de animación que se llamaba Animarte, con Shula Ehrenberg, e hicimos algunos trabajos interesantes de diseño y de animación. Duramos unos cuatro años. Después, hace unos 16 años, empecé a trabajar con Cecilia Rivera y Víctor Beltrán, egresados de la UAM Xochimilco. No estamos constituidos como una empresa, pero sí hemos realizado mucho trabajo juntos. Hicimos cosas muy interesantes para protección de infantes y prevención de abuso infantil. También hemos hecho animación para exposiciones en museo. A veces la animación ha sido muy elemental, pero siempre he buscado que haya algo nuevo que me sorprenda en lo que estoy haciendo.
S. L.: Yo quedé muy sorprendido cuando vi Niño de mis ojos. Creo que en la animación mexicana nadie ha conseguido como plantear lo erótico la manera en la que tú lo conseguiste. ¿Cómo construiste esa idea?, ¿cómo nació?
G. S. S.: Cuando me empezó a gustar esto del cine, entré al taller de guion con Eliseo Diego, Lichi. Era un taller organizado por García Márquez, se llamaba El Escritorio. García Márquez tenía una relación muy fuerte con Jorge, mi hermano, y si no me equivoco, mi primer guion ahí fue Niño de mis ojos. Pero, ¿cómo nacen estas ideas? Para mí la frase clave de esa película es cuando el niño le dice “te amo” y la mujer responde “te amo, pero no sé dónde ponerte”. Creo que tiene que ver con eso. Las relaciones que nunca son fáciles. Yo creo que vivimos entre el deseo de estar solas y el deseo de estar acompañadas. Entonces Niño de mis ojos es como la fantasía de la relación ideal. Se trata de un hombrecito amorosísimo que te cuida, es un encanto. La línea es blanco y negro, pocos colores, pocas zonas iluminadas. La imagen es realista. No es una caricatura, no es un duende. Es un niño igual que ella. Técnicamente, fue un reto muy difícil. Tengo guardados los álbumes de las fotos que tomé al niño que me ayudó. ¡Fue mi hijo! Y Citlali, mi sobrina, también apareció. Todo eso fue con rotoscopio. Además, lo de la cámara lo hizo Tatiana Huezo, que también es mi sobrina. En la post-producción, Víctor y Cecilia me ayudaron con el Photoshop y el After Effects. Fue un trabajo en conjunto.
Niño de mis ojos (2008).
S. L.: Me dijiste que en los 70 no sentías que se podía construir una carrera como animadora en México. ¿Hoy te sientes parte de esta industria en crecimiento?
G. S. S.: Claro que sí, aunque no formo parte de ningún gremio. Me cuestan trabajo las redes. Me gustaría estar en algún grupo de animadoras, aunque siento que esto de la pantallita del teléfono es un robador de energía y de tiempo. Pero me gusta ver mucho las animaciones que se están haciendo. Hay una parte en la que sí me siento un poquito lejana y es esto de la gran producción. Sólo una vez he ido a Annecy. Allí conocí a Sofía Carrillo y Juan José Medina. Compartimos departamento. Ellos hacen películas que son muy oscuras, Yo los admiro porque no podría trabajar más de seis meses en mis pesadillas. Desde luego que me siento animadora, aunque me gustaría estar más conectada. Pero al mismo tiempo, siento que voy por una línea paralela, muy experimental. No me ajusto tan fácil a los cánones. Mi último trabajo es un documental con 18 minutos de animación. Se llama Mi piel oculta. Sé que es una barbaridad, porque es muy experimental, pero está expresando lo que yo quiero en este momento.
S. L.: Es interesante que lo menciones, porque hay varios casos de directoras que han realizado documentales muy personales en los que emplean la animación.
G. S. S.: El documental con animación me encanta. Y de alguna manera lo empecé a hacer en los ochenta con el Colectivo Cine Mujer. También lo hice en La primera sonrisa. Originalmente, iba a ser un corto animado de diez minutos sobre la vida de las parteras. Luego hice un viaje a Brasil y profundicé la investigación. Al tercer día ya estaba yo en frente de un parto en agua, que es la secuencia que cierra la película. Si bien quería que todo fuera animado, cuando vi ese parto supe que no había manera de remplazar eso, así que decidí usar la animación únicamente para expresar de forma simbólica la parte emocional.
S.L.: Como última pregunta, ¿cómo te sientes con el título de primera directora de animación en México?
G. S. S.: Estoy sorprendida porque yo tengo un problema con los periodos de tiempo. Pero un día me lo comentó Tania de León. Ella es animadora y también hace investigación. A partir de lo que ha pasado ahorita en FICUNAM y la resurrección de nuestras películas, me he puesto a hacer memoria y efectivamente no recuerdo a nadie que hiciera lo que yo. En los estudios que había en esos años en México, las mujeres solamente coloreaban. Yo nunca quise ser parte de la maquila de series americanas. Un día me lo propusieron y lo intenté, pero fue un infierno. Los animadores me ignoraban. No me hablaban. Me hacían sentir que era invisible y que yo no valía. Mi trabajo allí no tenía ningún sentido. Pero aquí estoy. ¿Qué puedo añadir? Que quiero seguir animando y estoy buscando permanentemente los caminos para hacerlo.