Un hogar en el mundo

Un refugio en la infancia Por Tere López

Dicen el refrán que solo los niños y los locos dicen la verdad. Y aunque en toda idea existe una excepción, es cierto que la infancia siempre ha sido asociada con la franqueza. Con la transparencia que arrojan los ojos que admiran los colores, los movimientos espontáneos, los saltos, el balón rodando, las risas y los llantos. La inocencia sensorial, libre de estereotipos, llena de imaginación y locura.

Tal vez, convertirse en un adulto significa eso, ganarle el peso a la imaginación con ideas racionales. Y es justo en estos tiempos donde lo racional carece de sentido. Ya sea con la nueva ola de xenofobia, la construcción de muros mentales, el naufragio de un nacionalismo exacerbado, y la necesidad de crear o cambiar de identidad, ninguna de estas situaciones entiende de razones.

En contraste, un documental como Un hogar en el mundo  adquiere más sentido que nunca. Más allá de las ideas lógicas, desde la perspectiva de un niño.

Andreas Koefoed nos da una lección silenciosa y sutil con un filme que salta cualquier escepticismo y nos aterriza en la realidad pura, sin preguntas adultas como ¿habrá migrado a nuestro país porque realmente estaba en peligro, o porque quería una vida y un trabajo mejor?

Un hogar en el mundo

Y es de agredecerle a Koefoed que con una narración íntima, desde la voz de Ali y Magomed nos regale un espacio para reflexionar antes de señalar o cumplir con la postura adulta. Hay que recordar que no es la primera vez que Koefoed trabaja con niños para transmitir situaciones sociales y políticas cruciales.

Sus trabajos anteriores se han caracterizado por contar historias universales que individualizaban historias sobre el proceso de crecer en 12 Notas Abajo (12 notes down, 2008) o tener una madre enferma en El Invierno de Albert (Albert’s Winter, 2009). Sin embargo, con este filme, Koefoed combina su antecedente sociológico con una narrativa a la altura de un niño refugiado. El documental deja de lado las voces mediáticas o académicas para dar espacio a la pureza de vivir un hecho sin pensarlo.

Y, a veces, decidir es pensar. Pero estos niños no decidieron, no pensaron, sólo están en la espera. Chicas y chicos estudian en la escuela de la Cruz Roja en Dinamarca mientras esperan su residencia. Ellos juegan al fútbol, comen palomitas y chocolate, se lavan las manos, juegan en la nieve, aprenden matemáticas -que funcionan igual en todo el mundo-. Son habitantes del mundo, del momento.

Ya lo decía el filósofo viral Slavoj Žižek, el eterno matrimonio entre capitalismo y democracia está llegando a su fin, y el verdadero multiculturalismo del que se presume en Occidente debe incorporar las diferentes luchas. Sin falsas empatías.

Un lugar en el mundo 2016

Los niños no saben de ese término, son claros: les caes bien, te invitan a jugar, les caes mal, te pegan. Su manera de reaccionar al mundo es simple. Y en el documental se siente esa franqueza, no es una crítica al sistema, es la oportunidad de pasar tiempo con ellos y ponerse en su lugar por un momento.

¿Cómo aprendes a multiplicar mientras recuerdas que tu hermana casi muere ahogada en la costa?

¿Qué es ser un alumno en esa clase donde no sabes quiénes de tus compañeros estarán mañana? No conoces a tus compañeros y además ¿hablan todos diferentes idiomas? No es spoiler, pero es evidente que se sienten vulnerables, no pueden hacer nada para cambiar su situación mas que esperar.

¿Qué significa perder tu lugar, tu hogar? ¿En qué te beneficia contar tu historia, poner en orden la sucesión de los hechos? Para el sociólogo y director del filme, es crucial contar tu historia para poder sanar una experiencia traumática.

En el mundo adulto todo se reduce a creer o no creer. Paranoia. Los principios humanos básicos se ponen a prueba al momento de tomar decisiones. El impacto: la vida de un niño que se convertirá en adulto. Un humano más con poder de decisión y acción.

Un hogar en el mundo (Et hjem i verden)

Una anécdota que comparte Koefoed durante la escena de Magomed y su padre. Por primera vez el director se arriesgaba a salir del formato documental -donde se filma tal cual sucede el hecho- para pedir un diálogo necesario.

Koefoed cumplió su objetivo sin saber los efectos que provocarían en Magomed. “El padre está desesperado, así que aprovecha el hecho de que hay una cámara para contar su historia, y en ese proceso, no respeta la inocencia del niño. Yo pensé, bueno, él es el padre. Yo no soy responsable por lo que le diga a su hijo”.

Y es que la escena es probablemente la más cruda de la historia. Cuando Magomed se entera que tiene la residencia, pero que su padre ha sido rechazado nuevamente.

El documental se convierte en un espacio neutral para niños y adultos que expone una libertad condicionada, transitoria. Niños que buscan diluir su pasado a través de la educación y que se enfrentarán a un reto más que es la transición de pasar de ser un alumno en una escuela de refugiados, a un alumno en una escuela pública donde el profesor ni se imagina su situación o les tratará diferente.

Un hogar en el mundo At Home in the World

La música, la escuela, el fútbol, el aprendizaje como vehículo u oportunidad para reintegrarse a una sociedad.

El documental recuerda a la historia de Los Coristas (Les Choristes, Christophe Barratier, 2004), donde la música se convertía en el refugio y cura de chicos que estaban abandonados en un orfanato y tenían antecedentes violentos. Y en ese espacio, desde la música no había diferencias, al contrario, todos se unían para lograr una melodía tan armoniosa que ameritaba ser vista por la duquesa. Todos aportaban una nota, en su idioma.

El director fanático de Gus Van Sant inició el rodaje en 2011 y fue un proceso que tomó alrededor de dos años, al filmar niñas y niños que salían de la escuela. Uno de los datos que lo motivaron a filmar el proyecto fue que cada año, había un rechazo del 80% de niños refugiados, ya fuera porque regresaban a sus países o eran deportados. Un trabajo bajo una atmósfera ligeramente emocional, con un soundtrack de la autoría de Bo Rande -no muy sentimental- y que cuestiona los instintos básicos humanos desde la altura de un niño.

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