Un sol interior

El amor, ¡por fin! Por Ignasi Mena

Un sol interior (Un beau soleil interieur, 2017) empieza con una distancia: la que se establece entre la mirada soñadora, ensimismada, de Isabelle (Juliette Binoche) y su cuerpo inmóvil, desinteresado, durante una relación sexual con Vincent (Xavier Beauvois). Isabelle, divorciada, rondando los cincuenta años, apenas se mueve ante los embistes del hombre; su desinterés le impide llegar al orgasmo. A partir de ahí veremos a Isabelle preguntarse, con ocasión de sus múltiples relaciones, por qué no es feliz con ninguno de esos hombres, si bien ella sabe, y el espectador también, que la cuestión de base no es «por qué no ha encontrado al hombre que la haga feliz» sino «por qué espera que un hombre la haga feliz.»

Esta primera escena de Un sol interior es Claire Denis en estado puro: cuerpos desnudos, vulnerables ante todo tipo de violencia, física y psíquica. El lenguaje de los amantes, en parte verbalizado, en parte vivido expresado con su carne, está preñado de insultos, insinuaciones y bofetadas. Sabremos más adelante que esa agresividad de Vincent, su brutalidad, la falta de escrúpulos, fue lo que más excitó a Isabelle durante un tiempo, que se dejó seducir por su dinero y sus malas formas. Ahora bien, el catalizador de su separación no es la violencia, ni la angustia o el aburrimiento, sino el hecho de que Vincent juegue con ella y le reconozca que no piensa abandonar a su mujer para emprender juntos una relación seria.

Un bello sol interior

Isabelle recibe (y soporta) los comentarios con entereza. Vincent la acusa de ser una prostituta, después de ser una proletaria, y solo a posteriori confiesa que siente una profunda admiración por ella… porque es más libre que él. Este discurso es una prolongación de las palabras dichas en la cama, al principio del filme: lo excitante de Isabelle es que sea libre y que al mismo tiempo sea suya, que esté atrapada en su puño. Vincent es banquero, por supuesto. Y aunque ella disfruta cada vez menos de la relación, dejar a su amante significa quedarse sola otra vez. La rueda vuelve a girar. La angustia jamás desaparece. Después de la separación hay drama. Isabelle llora, se queja de estar cansada. A su edad Isabelle imagina que ya debería estar en otra fase de su vida. Esa primera distancia que mencionamos unas líneas más arriba no es, pues, únicamente entre los hombres ideales y los que tiene enfrente, sino entre la imagen que le gustaría tener de sí misma y lo que le muestra su espejo. Claire Denis explica que Isabelle «comprende la profunda discrepancia entre lo que ve en los hombres y lo que quiere encontrar. Esa distancia se acrecienta a medida que tiene encuentros» con más parejas. Pero en ningún momento da muestras de querer finalizar su búsqueda.

Claire Denis dice: «A lo largo de mi carrera me he encontrado con personajes que eran perpetuamente heroicos, pero uno no siempre puede tener tanta entereza. Isabelle ya no trata de ser tan firme.» A diferencia de Isabelle Huppert en Una mujer en África (White Material, 2009), la heroína de Un sol interior no se enfrenta a una catástrofe política y sanguinaria sino a lo que podría ser la pérdida de contacto consigo misma, de su propia vida, al perseguir una y otra vez la imagen que se ha formado del ideal romántico, de la vida ideal, de lo que corresponde. Aquí no importa quién ha creado tal ideal sino por qué el personaje se agarra a él con uñas y dientes a pesar del sufrimiento que le provoca.

Un bello sol interior Claire Denis

Si decimos que el personaje quiere «sinceridad» o «autenticidad» puede resultar ingenuo. Reformulémoslo: ninguno de los discursos amorosos con los que irá topándose le resultará satisfactorio. Roland Barthes 1, una de las influencias del filme, escribió que en el origen del discurso amoroso no hay un mensaje acabado sino un principio de construcción. Se establece una relación activa, flexible, entre una frase «que articula» y «aquello articulado». La frase no expresa ningún «discurso completo», no «significa nada», más bien apunta hacia algo (¿el sentimiento?) que al verbalizarse adquiere una forma ambigua, híbrida. Isabelle está cansada de recorrer el camino que separa el amor ideal y el amor actual, o las palabras de amor que querría decir/escuchar y la vulgaridad de la comunicación interpersonal. La segunda relación amorosa que establece Isabelle en la película, con un actor (Nicolas Duvauchelle), abunda en malentendidos, interrupciones y tartamudeos. Claire Denis llegó a decir que, en una película eminentemente verbal como Un sol interior, las palabras funcionaban muchas veces como obstáculos 2. Barthes habla también de suspense, de cómo las palabras no lo dicen todo. Y sin embargo, a pesar del vacío que queda más allá de las palabras, la energía fluye. El amor fluye. La vida sigue adelante. Pero también el miedo. Y la soledad.

Aquí entra Etta James, con su canción At last!, como representante de una sociedad capitalista acostumbrada a crearse necesidades artificiales y a ofrecerse soluciones temporales, angustiantes. Uno de los vinilos de James cuelga de una pared del piso de Isabelle. Lo vemos por primera vez cuando, llorando, Isabelle regresa de una cita con el banquero y se quita esas botas con las que suele «enfrentarse» a los hombres. Está cansada de luchar. ¿Pero de luchar contra qué? O más bien, de luchar, ¿para qué? Recordemos la letra de At last! 3 :

At last my love has come along

My lonely days are over and life is like a song

At last the skies above are blue

My heart was wrapped up clover the night I looked at you

I found a dream that I could speak to

A dream that I can call my own

Love, loneliness, dream. Entre cada amor, soledad. Cada soledad, marcada por un sueño de amor. Qué fácil sentirse atrapado por la voz de Etta James. ¿Se puede no creer en sus palabras? Isabelle llora en su piso, la imagen de Etta en una pared, ausente; y sin embargo, ¡qué peso, el de su silencio! Cuando Etta calla, el sueño de amor también calla, y entonces aparecen los fantasmas… Fassbinder dirigió una película sobre el Miedo al miedo (Angst vor der Angst, 1975). Ahí era Leonard Cohen que pedía a su amante que regresara 4. ¿Y si no jamás llega a aparecer? ¿O si jamás lo has conocido? ¿Cómo llegar al paraíso que promete la música pop?

Un sol interior Juliette Binoche

Etta James aparece por segunda vez en formato canción. Tras un paseo por un bosque con unos amigos artistas, a quienes Isabelle ha acusado de querer adueñarse de la naturaleza, del paisaje y del mundo entero (la voluntad de poder de los amigos sobre el mundo, arte mediante, es la misma que la del banquero con su dinero), el grupo ha terminado en un bar. Isabelle cruza miradas con un hombre. Empieza a sonar la canción, At last! Sola en la pista de baile, Isabelle sonríe y expresa una felicidad que sabemos inducida. Etta no se ve, pero se oye. El sueño de amor vuelve a embargarla. Acaba bailando con un desconocido. Se enamora de él.

Así, la imagen de Etta (en el vinilo) y la voz de Etta (en la canción) son dos caras de una misma realidad cultural. Por un lado, imágenes que nos guían y nos manipulan, incluso cuando no pensamos en ellas, incluso cuando ellas no están, pero sí su silencio. Por otro, explosiones de adrenalina que nos permiten sortear los abismos que se abren entre imagen e imagen. La relación entre el individuo y los productos culturales es contingente, lo cual no impide que para él sean, al mismo tiempo, salvador y verdugo: verdugo porque crean expectativas, despiertan fantasías, que no coinciden con la realidad; salvador porque consiguen, aunque sea un mero instante, sentirte en comunión. El problema, diríamos, es que no es en comunión con uno mismo. El calor, lo reconfortante, llega de fuera. Y tan rápido como llega, se va. Es, digamos, un calor externo, que quizás no calienta con la fuerza que nos gustaría.

Así funcionan las relaciones de pareja para Isabelle: cada beso es un éxtasis provocado por un elemento exterior que, al menos por un instante, permite esquivar la angustia. Cada ideal de pareja es el canal que conduce su energía. ¿Pero hacia dónde se dirige? Sus amantes son muletas. Ella también lo es para algunos de esos hombres. Y sin embargo ella pide otra cosa. Ninguno de sus amantes la satisface. La mayoría son egoístas, son artificiales, son ampulosos, o no son buenos en la cama, o no son buenos con las palabras, o no son lo bastante atractivos, o no lo bastante cercanos. Repetimos: la cuestión no es «por qué no ha encontrado al hombre que la haga feliz» sino «por qué espera que un hombre la haga feliz.» Podemos decir que ninguno de ellos le parece tan cercano como la voz de Etta James. Pero, ¿qué hacer si la voz de Etta James es tan volátil como el placer que provocan los besos?

Un sol interior Claire Denis

Formularé mi inquietud: qué poder damos a los objetos que hemos creado para que nos hipnoticen de ese modo. Me refiero, en primer lugar, a los productos culturales, que acaban por dominar, por definir, aquello que los creó. En segundo lugar, por qué permitimos que los conceptos (también creados por nosotros) nos subyuguen. El lenguaje, y el discurso amoroso no es una excepción, es fuente de interminables peligros. No es que los hombres la dejen insatisfecha, es que ella idolatra ciertas creaciones (artísticas, conceptuales) y entiende como algo «pasivo» (¡los hombres! ¡sus tonterías! ¡su infelicidad!) su infelicidad, cuando no es sino por medio de su fijación por ciertos cánones que se tortura. Las relaciones personales son de alienación, son relaciones frías, en las que la imagen que crean las palabras, la imagen que crean los ideales, la imagen que crean los sentimientos y las pasiones acaban pasando por delante de aquello que simplemente «es», «somos».

Se cosifica el lenguaje (el lenguaje parece agotarse en aquello que nos parece que es), se cosifican las personas, se cosifica la experiencia y por ende el tiempo. El amor es así; necesito un hombre. ¿Cuál de ellos será? Isabelle termina en la oficina de un vidente que le adivina el futuro. Interpretado por un divertidísimo Gerard Depardieu, el charlatán le recomienda que esté open, abierta a lo que pueda ocurrir, sin engancharse demasiado a nadie. Isabelle sonríe: solo quiere que le diga con cuál de sus amantes se quedará. «Uno nuevo», dice el vidente. Y ella asiente: «¿Y será el definitivo?»

Un sol interior 2017

Isabelle acaba la película donde la empezó. Entre el coito insatisfactorio y la visita al vidente ha habido muchos hombres, muchas experiencias, pero sus deseos permanecen incólumes, y ella firme en sus ideales. Por eso su sonrisa al final parece bobalicona. El vidente le recomienda que «busque su sol interior». Podemos traducirlo por «su centro». Que busque su centro en ella misma. En el cartel de la película se imprimen las palabras «un sol interior» sobre el cuerpo de Juliette/Isabelle. ¿Es posible que la imagen apunte hacia ese final alternativo, ese que no se adecua exactamente ni al éxtasis At last!, ni al ideal de la satisfacción amorosa con la pareja definitiva, sino que apunta hacia el descubrimiento de otro tipo de verdad, que implica otro tipo de relación con los demás y el mundo? Qué curioso, entonces, que el único consejo valioso que reciba la protagonista en el filme sea de los pocos que no escuche, y que salga además de la boca de un mentiroso.

Pero quizás esas son las únicas palabras que queremos oír. No buscamos salir del bucle. Somos el bucle.

And here we are in Heaven

¿Y no es eso claudicar? ¿No es eso permitir que alguien nos gane en la batalla? Las palabras no son las nuestras. Los sentimientos tampoco. No hablamos nuestro lenguaje (¡como si pudiera existir tal cosa, ¿no?). Solo oímos que alguien nos canta:

For you are mine at last

 

  1. Barthes, Roland (2002): Fragmentos de un discurso amoroso. Madrid. S.XXI
  2.  Entrevista a Claire Denis en Cannes editada por la página MUBI https://www.youtube.com/watch?v=irFvVb35h2M
  3.  At last! de Etta James:  https://www.youtube.com/watch?v=S-cbOl96RFM
  4. Fragmento de Miedo al miedo: https://www.youtube.com/watch?v=R6pVoK7rXJU
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