Una imagen cansada

Por Javier Acevedo Nieto

Fue Godard quien se preguntó primero qué vino antes: la imagen o el lenguaje sobre la imagen. La imagen del arbusto en llamas que llevó a Moisés a regresar con los Diez Mandamientos escritos contra las palabras de estos Mandamientos escritas en el lenguaje que judicializó el símbolo visual. Fue el director francés quien también aseguró que la imagen casi no existe hoy en día, tan solo palabras y comentarios sobre ella: las imágenes son amables, educadas. Durante bastante tiempo taché a Godard de mis referencias porque no quería conceder a uno de los ídolos de cierta cinefilia el peso de cierta influencia intelectual. Ahora, releyendo algunos de sus textos, me encuentro con mis incoherencias y también con otras de sus incoherencias.

Regresé del Festival de Cine Europeo de Sevilla como acudí: preguntándome por el antes y el después de una imagen que se niega a morir. Dudo que el cine sea una invención postmortem; por el contrario, cada vez siento que es una forma de expresión que nunca terminó de nacer y emanciparse de las viejas artes visuales. Creo que así puedo encajar que mi pensamiento sea ya más embrionario que naciente, más esbozado que fecundo. Este videoensayo tan solo encapsula mi posición vital y mis imágenes. Podrá ser tildado, no sin cierta razón, de egocéntrico. Quizá lo sea, pero verán, argumento que el ahora de quien piensa las imágenes está muy contaminado por sus propias imágenes. Dicho de otro modo, es el lenguaje de mi intimidad el que traduce y alumbra, más mal que bien, imágenes de las que solo puedo hablar en voz baja. Son imágenes cansadas porque estoy cansado; sin embargo, para mí también constituyen un permanente punto cero en el que la imagen y mi lenguaje coinciden. Es una cesura pobre, tímida y sin interés alguno. Perdónenme.

Quizá porque en un presente donde se reivindica que el gusto del crítico no importa y donde el punto de vista del enunciador de imágenes es desdeñado, se hace más necesario que nunca asumir que no tenemos nada nuevo que decir. Quizá porque no hay primera persona, pero sí personalismos que usan las imágenes para crear patrias de empatía de falsa bandera. No hay posicionamientos ante las imágenes, sí muchas posiciones que ocupar. No hay discursos sobre la imagen, sí muchos temas que constriñen el discurso del cine. Y por todo eso uno está cansado y piensa que el yo es el único gesto honesto y sincero desde el que escribir, hablar y ver. Esta es mi crónica, este es mi dolor, este es mi cansancio. Ninguna de esas imágenes es mía, pero pasan por mi lenguaje y el resultado es una traducción de experiencias. El cine se ha vuelto amable, sus adoradores simpáticos, las imágenes tibias y el tiempo tan blando que uno se hunde en la comodidad del letargo crítico e intelectual.

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