Una visita a Kubrick: The exhibition. Mi día con Stanley
Primera parte. Un retrato elemental. Por Eloy Caloca Lafont
Para Itzel.
"¿Una exhibición? Todo lo mostrado son cachivaches. Es irrelevante, a menos de que alguien tenga el poder de provocar tanto entusiasmo, de enganchar, y de hacerlo extraordinario."
Acto preparatorio. “Si puede ser escrito o pensado, puede ser filmado.”
Cuando se inauguró Stanley Kubrick: La exhibición en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, yo apenas y entré. Era tal la multitud alrededor de los portones de ingreso que decidí dejar el recorrido para otro día. Sin embargo, si decidí quedarme, fue porque la apertura estaría a cargo de Jan Harlan, cuñado y amigo de Kubrick muchos años, y que además, era el curador de la muestra junto con Hans-Peter Reichmann, director de Deutsches Filmmuseum.
En el vestíbulo principal del museo habían acomodado centenares de sillas muy juntas. Al fondo, colocaron un templete con silla, micrófono y un florero. Ahí, Harlan no tardaría en aparecer. Me senté, abanicándome con un folleto promocional de los cursos de verano que se ofrecerían en aquella misma galería, semanas más tarde. El calor de Monterrey, de marzo a agosto, puede alcanzar los cuarenta grados, pero uno se acostumbra. Aun así, escuchar a Harlan valía la pena. Después de dos breves matrimonios, con Toba Metz y Ruth Sobotka, Kubrick conoció a la actriz alemana Christiane Harlan en 1957 y se casó con ella mientras rodaba Patrulla infernal (aka Senderos de gloria, Paths of Glory, 1957). Jan, entonces, era asistente de dirección. Desde ese momento, el hermano de Christiane fue el productor ejecutivo de todos los filmes de Kubrick. En 1975, volvió a asistirlo, en el plató de Barry Lyndon (1975). En el 2001, Harlan dirigió, a manera de homenaje, Stanley Kubrick: una vida en imágenes, una minuciosa retrospectiva de la filmografía kubrickiana, comentada por varios actores y directores.
¿Por qué acudió tanta gente ese día? Como Martin Scorsese, Woody Allen, Ridley Scott, y en menor medida, Terry Gilliam o los hermanos Coen, la influencia narrativa, escenográfica y hasta óptica de Kubrick se ha masificado. Orson Welles dijo: “De su camada artística, Kubrick me parece un gigante 1”. Es lógico. El titánico espectro de Kubrick abarca, desde una generación que acudía a ver sus filmes por tener fama de transgresores, por la innovación técnica que suponían, o por su ritmo narrativo, bien planeado y catártico 2, hasta los que vivimos su resurrección: un revival crítico de la obra completa cuando murió (1999), cuando se remasterizaron sus películas en DVD (2001), o cuando salió en cines la desventurada A.I. Inteligencia Artificial (Artificial Intelligence: A.I., 2001).
No recuerdo cómo llegué a Kubrick. Por mis padres conocí que La naranja mecánica (A Clockwork Orange, 1971) y El Resplandor (The Shinning, 1980) existían. A ambas se referían como filmes que los habían marcado, perturbadores, muy polémicos. Eso tiene Kubrick. Es ahistórico; trascendental. Llega y se queda. “Retrató su pasado, presente y futuro de forma brillante, y a través de un criterio tan genial y lucidor, que jamás pasa de moda 3”. Sus historias conforman, unidas, cierta cosmovisión. Es un realizador-filósofo. Cada filme puede abrir serios y nutridos debates sobre un largo abanico de temas que sorprenden por su peso y vigencia: política, religión, música, sexo, matrimonio y familia, economía o guerra 4. Líneas cruciales de integración y controversia.
Los personajes de Kubrick, que van, desde el héroe clásico (El beso del asesino – Killer’s Kiss, 1955-, Patrulla infernal, Espartaco – Spartacus, 1960) hasta los anti-héroes (La naranja mecánica, El Resplandor, Cara de guerra – aka La chaqueta metálica, Full Metal Jacket, 1997), pasando por los protagonistas de ciertas bildung o historias de formación (Barry Lyndon, Lolita – 1962), se componen de personalidades variadas. Son seres esquizoides y mutables. En ocasiones, existencialistas, en otras, estoicos, pero siempre puntillosos, multiformes y sensibles 5. Por ende, cada casting debía ser perfecto: no caer en los lugares comunes de la caracterización, en lo meloso o lo artificioso; debía mostrar a los más grandes depravados, al desquiciado en combate, al noble o a la víctima, con la seriedad de un psicoanalista 6. En ese sentido, como los dramas de Shakespeare en su tiempo, el cine de Kubrick posee cierto código ético de exposición: el rescate de lo humano desde la humanidad desplegada, no desde una interpretación de la misma; “el hombre desde su sustrato, (…) engrane de la cultura, (…) [y] ser complejo que, ante ciertas circunstancias, reales o imposibles, solo actúa 7”.
Podría decirse, siendo aventurado, que algunos títulos de Kubrick son fundamentales para la consolidación de una memoria histórica…
…ya sea por su revisión de cierta época (Espartaco, Patrulla infernal, Barry Lyndon, Cara de guerra) o por haberse convertido en joyas documentales sobre realización cinematográfica (2001: una odisea en el espacio – 2001: A Space Odissey, 1968) 8. Aun el Kubrick más imaginador y alejado de la realidad, el “visionario”, que coquetea con la ciencia ficción o con el absurdo, se erige imponiendo estéticas y tratamientos visuales. Tal vez por eso los fanáticos de las teorías de conspiración imaginen a un Kubrick cooptado y siniestro, que trabajaba en secreto para el gobierno estadounidense montando el aterrizaje lunar de Neil Armstrong como si fuera una verdad mediática 9. Pudo haber sido; hay poca evidencia. Lo irrefutable, es que los productos culturales de Kubrick y sus elementos compositivos se han vuelto epítomes de la iconografía pop, sobre todo al asociarse con la imaginería inseparable de los años sesenta 10. Es por eso que son prolijos en homenajes o parodias, desde Homero Simpson persiguiendo a su familia con un hacha, como Jack Torrance, hasta un vestuario de Christina Aguilera inspirado en los droogos de La naranja mecánica. Incluso abundan los documentales sobre los filmes de Kubrick: Kubrick´s Odissey (Jay Weidner, 2011), sobre su carrera, 2001: The Making of a Myth (Paul Joyce, 2001), sobre 2001: una odisea en el espacio, Great Bolshy Yardblockos!: Making ‘A Clockwork Orange’ (Gary Leva, 2007), sobre La naranja mecánica, y Room 237 (Rodney Ascher, 2012), sobre los supuestos “mensajes ocultos” de El Resplandor 11. Si el campo semántico que rodea lo kubrickiano es de por sí inabarcable, limitándose en exclusivo a lo biográfico, profesional o fílmico, con los diferentes libros, revistas, artículos, estudios y audiovisuales que salen año con año, se vuelve un corpus estratosférico. Por ello Kubrick no es un artista, sino todo un período.
Las películas son, en la mayoría de los casos, adaptaciones de novelas, pero la sociedad de masas guarda más en su inconsciente las transcreaciones del director que los referentes originales, lo cual le trajo algunos desencuentros en su momento, con Anthony Burguess o Stephen King 12. No obstante, la lectura de Kubrick de cada adaptable y la preparación académica previa a cada filme son inigualables. Solía crear archivos de fotografías, recortes, entrevistas y pequeñas bibliotecas antes de grabar la primera escena en cada caso, o antes de siquiera escribir el guión. “Podría haber creado una teoría o estilística de la adaptación, al dejar razonamientos y críticas de los textos considerados, pero haciendo una renovación visual propia, a la Kubrick 13”.
Todo eso pensaba mientras apareció Jan Harlan. Su charla fueron, en su mayor parte, anécdotas. Fue divertido que refirió lo que varios biógrafos antes han insistido: el perfeccionismo obsesivo de Kubrick, su hermetismo y megalomanía, que lo llevaban a tardar demasiado en preparar cada toma y a revisar los filmes cientos de veces en el cuarto de edición 14. También habló sobre su carácter, a ratos, introvertido, y en otros, ácido; demasiado crítico y severo consigo mismo. No tocó leyendas urbanas, como lo del aterrizaje lunar o que haya existido un tal Alan Conway, que se hacía pasar por Kubrick para ingresar a hoteles y eventos 15.
Lo más bello y enorme que sí dijo fue que vivir y madurar al lado de Stanley Kubrick fue una aventura del conocimiento, porque la trayectoria de Kubrick consistía en la de un explorador, casi del siglo XVI, que buscaba incansable nuevos territorios fílmicos. Acompañarlo era aprender, arriesgarse, a veces fracasar, y si era posible ganar, cubrirse de gloria. Por eso Kubrick decía que dirigir una película significaba el esfuerzo de escribir ‘Guerra y paz’ y ese vértigo de subirse a las montañas rusas 16. Como ser un niño que iba desentrañando el mundo. Así es: el arte cinematográfico de Kubrick lo vuelve un creador contemporáneo de la talla de Andy Warhol o de Joseph Beuys. En los inolvidables pannings y planos abiertos, en los puntos de fuga al final de sus profundidades, en la fijación por hallar cierta paleta de colores (rojos, negros, luminosos), en la selección adecuada de scores musicales, y en el manejo de movimientos y espacios, el de Kubrick es un nuevo arte de hacer cine 17. No puede llamarse experimental porque sus trabajos son acabados; formulaciones teóricas sobre el cine mismo: “mapas llenos de claves, paisajes muy delimitados, en los que el lector debe ir descifrando lenguajes y topándose con enigmas 18”. Ante el llamado “fin del arte” en los años sesenta, Kubrick se autodeterminaba con precisión a ser un artesano, minucioso y monumental. Justo en la etapa terminal de la modernidad, la llevó en el cine a su punto más alto:
«(…) hay un empecinamiento en [su] obra por la originalidad, pero no en el concepto de ser “independiente”, “único”, “nuevo”, sino que paradójicamente, es en sentido opuesto, en el de “origen”. Es el afán de cimentar una tradición que arraigue una estética propia, donde lo visual, la conciencia del tiempo, las historias sobre la pérdida de la inocencia y el estrambote, sean características de su arte, que solo puede definirse como moderno 19«.
El catálogo de las películas de Kubrick visto como un todo, se vuelve una ars poética; un manifiesto creativo. En formas, técnica y discurso, lo kubrickiano bien podría ser un patrón estético o una posvanguardia. En palabras de Martin Scorsese:
«Todo lo que tienes que hacer es escuchar su nombre o leerlo en una página, y todo un mundo se impostará en tu memoria. Un mundo vasto, misterioso, que no se parece en nada a ninguno en la historia del cine. (…) Él expandió las posibilidades creativas de las películas. Lo sigue haciendo, pues cada vez que se ve una película de Kubrick se regresa a la conciencia de sí mismo, a las crueldades de las que somos capaces, a los sentimientos más puros, a lo innombrable; esas fuerzas que nos compelen y hasta parecen extrañas. Esas problemáticas de todos. Son filmes problematizadores. (…) Kubrick era un artista de gran visión 20«.
Por eso, Kubrick sigue vivo en Todd Field, Gaspar Noé o Paul Thomas Anderson, que rescatan mucho más sus postulados que quienes se declaran públicamente sus grandes deudores, como Tim Burton y Steven Spielberg, que llamaba a las películas de Kubrick, “más experiencias ambientales y eventos potentes (…) que cintas 21”.
Al final de la charla de Jan Harlan colocaron un video: Stanley Kubrick, The Works (2014) del editor canadiense Joel Walden. Una superposición de secuencias y diálogos de todas las cintas. Miles de seguidores cerramos esa tarde como un culto. Estábamos atónitos.
Recinto de entrada. “El arte no puede crear vida, ni causarla, pero consigue remodelarla”
Después de Harlan y un repaso veloz de la exhibición aquel día, fui a casa. Volví después, un domingo tan pronto abrieron el museo. Lo primero que uno ve cuando llega a la muestra es el cartelón descomunal sobre una pared con una fotografía de la mirada de Kubrick y su inseparable cámara de cine. Abajo, el letrero, Stanley Kubrick: La exhibición, y los logos correspondientes a su gestión. La primera muestra de esta colección se realizó en 2004, en el Deutsches Filmmuseum de Frankfurt, organizada por el Archivo Stanley Kubrick de la Universidad de las Artes de Londres. Participaron, la Warner, Sony-Columbia, Universal y MGM, así como SK Film Archives. Gran parte del material expuesto fue colocado por la viuda de Kubrick, y en una década, estas piezas han viajado a Zúrich, Roma, Ámsterdam, Cracovia, Berlín, Sao Paulo, Toronto, Melbourne, San Francisco, Seúl, y ahora Monterrey. Por ser el resultado de un acuerdo entre museos privados, no será llevada a ninguna otra entidad de México. Creo que a eso se debía la multitud eufórica del primer día. Era un vitoreo de retribución y dignidad de parte de todos los fans de Kubrick regiomontanos. En México, los grandes artistas y las exposiciones internacionales más destacadas llegan, sin escalas, al Distrito Federal. La exclusividad de este evento para el Museo de Arte Contemporáneo norteño es una reivindicación de la provincia. Un pequeño acierto en la descentralización de las muestras importantes.
Por mi fortuna, que es parecida a la de Barry Lyndon algunas veces, llena de glorias efímeras, pude ser testigo de la exhibición. Después de entrar por un pasillo iluminado, se encuentra un recinto de recepción. Ahí, se explica quién fue Kubrick mediante una semblanza, una filmografía cronológica, y una lectura semiótica (elemental) de su obra. Hay una serie de claquetas rotuladas con el título de sus películas. Por su desgaste, sé que son originales. En una vitrina, está la colección de lentes usados por el realizador. Al centro de la sala, sobre un montículo, la silla de director de Kubrick. Estas sillas deben estar en desuso, al menos en su sentido primigenio: el ser trono para el creador de un universo fílmico. En la pared frente a la silla hay una galería de posters de todos los filmes. Tan solo ese muro ya es una curiosidad: puede verse la evolución gráfica y de las estrategias de marketing cinematográfico, de los años cincuenta a los noventa. Ese es el objetivo de toda la exhibición, según Christiane Kubrick: la restitución biográfica del genio creador de su esposo, a través de un acercamiento vivencial, directo. “La búsqueda en la selección de objetos era escoger aquellos que más representaban a Stanley, pero desde su obra; los materiales que lo acompañaron en cada realización 22”. Jan Harlan, comentó al respecto:
«Al principio, la idea era difícil. ¿Exhibir el equipo de Stanley, sus fotos, sus anotaciones, sus planos? No se veía ético y en su vida, hubiera sido impensable, pero es una buena forma de celebrar la vida de un gran realizador. (…) Superar obstáculos fue parte de la vida de Kubrick, que creía en la escuela experiencial, en la frase de Cocteau de que todo luce imposible hasta que no se intenta. (…) Teníamos cajas y cajas entre Inglaterra y Estados Unidos, fotografías, correspondencia, guiones, páginas con esquemas, libros, cuadernos personales, un tractor lleno de material. (…) Es una exhibición sin precedentes en toda la historia del cine, del arte, incluso. Su propósito es que, al salir, el espectador quiera correr a volver a ver las películas de Stanley 23«.
Para el otro curador de la exposición, Hans-Peter Reichmann, director del Deutsches Filmmuseum, comenta:
«[Es] dar una caminata para recapturar la atmósfera y temas de los filmes desde su individualidad, uno por uno, o como un todo. Se trata de una curaduría interdisciplinaria, que entrecruza la influencia de Kubrick en artes visuales, gráficas y plásticas, diseño, arquitectura, música y alta costura, así como distintos trasfondos históricos, permitiéndonos experimentar el cosmos fílmico de quien es, posiblemente, el mejor director del siglo XX».
(El artículo continua con Segunda Parte: La primera etapa)
Fotografías gracias a MARCO, Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey
INAUGURACIÓN DE LA EXPOSICIÓN: Stanley Kubrick, The Works de Joel Walden
- Estrin, M. W. (2002) Orson Welles Interviews: Conversations with great filmmakers. RKO. Estados Unidos. P. 122. ↩
- Baugess, J., Debolt, A. (2011) Encyclopedia of the sixties: A decade of culture and counterculture. Greenwood. Estados Unidos. ↩
- Duncan, P. (2011) Stanley Kubrick: The complete films. Taschen. Estados Unidos. ↩
- Krohn, B. (1999) Stanley Kubrick. Cahiers Du Cinema. Phaidon. Estados Unidos. ↩
- Abrams, J.J. (2007) The Philosophy of Stanley Kubrick. Manhattan College. Estados Unidos. ↩
- Bloom, H. (ed. 2005) Shakespeare o la invención de lo humano. Editorial Norma. México. Kagan, N. (2000) The cinema of Stanley Kubrick. Continuum. Nueva York. También, Polo, J.C. (1986) Stanley Kubrick. Ediciones JC. Madrid. ↩
- Cooke, E. “The Dialogue of Fear in Fear and desire and Dr. Strangelove”. En: Abrams, Op. Cit. ↩
- García Fernández, E. , Sánchez González, S., Las imágenes de la historia en la obra de Stanley Kubrick. Departamento de Comunicación. Universidad Complutense. Madrid. ↩
- Ver: Weidner, J. How Stanley Kubrick faked the Apollo moon landings, en http://realitysandwich.com/23226/kubrick_apollo/ También, The Moon landings were fake, en TIME: http://content.time.com/time/specials/packages/article/0,28804,1860871_1860876_1860992,00.html
Al respecto, También podrían verse un documental de ficción francesa sobre el asunto, Opération Lune (Dark side of the moon, 2002). ↩
- Baugess, J., Debolt, A., Op. Cit ↩
- Loughrey, C. (2014) 10 of the best parodies of Stanley Kubrick. http://www.littlewhitelies.co.uk/features/articles/stanley-kubrick-parodies-10-best-28307 También, sobre los documentales sobre Kubrick: http://cinearchive.org/post/32348266265/all-the-essential-documentaries-on-stanley ↩
- Gene, P. (1975) Stanley Kubrick: A film odyssey. Dunlap-Gross. Estados Unidos. También, del mismo autor como compilador: (1980) The Stanley Kubrick interviews. Dunlap-Gross. Estados Unidos. Sobre las controversias con escritores, Gallagher, P. (2010) Real horrorshow! Anthony Burgess and Malcolm McDowell discuss Clockwork Orange. http://dangerousminds.net/comments/malcolm_mcdowell_anthony_burgess_kubrick y Anders, C.J. Why Stephen King´s complaints about The Shinning actually have a point. http://io9.com/why-stephen-kings-complaints-about-the-shining-actuall-1440381361 ↩
- Pezzotta, E. (2014) Stanley Kubrick: Adapting the sublime. Mississippi Press. Estados Unidos. ↩
- LoBrutto, V. (1999) Stanley Kubrick: A biography. DeCapo. Estados Unidos. Asimismo: Herr, M. (2003) Kubrick. Grove. Estados Unidos. Allen Nelson, T. (2000) Stanley Kubrick: Inside a Film´s Artist´s Maze. Baxter, J. (1997) Kubrick, A Biography. DeCapo. Estados Unidos. ↩
- Sobre esto, el filme de ficción Colour me Kubrick: A True…ish Story (2005) con John Malkovich. ↩
- Gene, P (1980) Op. Cit. ↩
- Duncan, P. (2008) Stanley Kubrick y la poesía de la imagen. Taschen. Madrid. También, Falsetto, M. (2001) Stanley Kubrick: narrative and stylistic analysis. Praeger. Estados Unidos. Y, Walker, A. (2000) Stanley Kubrick, Director: A visual analysis. Blue Guides. Londres. ↩
- Riambau, E. (1999) Stanley Kubrick. Cátedra, Serie Grandes Directores. Madrid. ↩
- Ciment, M. Kubrick. Cuadernos Akal. Madrid. ↩
- Cit. en Stanley Kubrick: Catálogo de la exposición. Kinematograph No. 20, 2004 / 2007. ↩
- Cit. en Op. Cit. ↩
- Ibídem ↩
- Ibídem ↩