Unbeatable y Once Upon a Time in Shanghai

Hong Kong Por Manu Argüelles

Empezamos nuestro cuaderno de bitácora de lo que fue para nosotros las Nits de Cinema Oriental 2014 con la película que fue ganadora del Gat de la Sort, premio del público. Y lo cierto es que se comprende perfectamente que haya sido la favorita, aunque en mi caso personal fuese otra, la filipina Shift (Siege Ledesma, 2013), la última que vi. Algo en primera instancia hay que reconcerle a Unbeatable. No lo tuvo fácil porque en su proyección al aire libre se tuvo que interrumpir en 3 o 4 ocasiones, debido a las ráfagas de lluvia que nos iban viniendo. Incluso ese clima parecía parte del show cuando un rayo irrumpía con potencia deslumbrante en el cielo justamente en un momento muy emocional del largometraje. Esto ya es cosa mía pero yo iba integrando lo que pasaba en el cielo con lo que veía en la pantalla, por lo que le añadí un aliciente extra. Porque ver una película de esta manera, sin la liturgia restrictiva de una sala, también aporta su plus en la experiencia del visionado. Pues  incluso con esas condiciones tan adversas y una vez asumido que nadie nos salvaría de que acabásemos empapados (tras la última interrupción ya nos daba igual que la silla estuviese mojada), no desfallecimos y quisimos verla hasta al final. Supongo que en las mismas circunstancias antre otra película de menor calidad posiblemente hubiésemos desistido de verla. Pero no lo hicimos. Y como nosotros el público que la ha acabado alzando como la ganadora.

Unbeatable

Unbeatable

Cuando ya se ha confirmado que That Demon Within (Mo jing, 2014) estará en Sitges 2014 y que parece alinearse con la tendencia principal de Dante Lam como director de cine de acción, Unbeatable, que es la anterior, funciona de forma inversa a como lo hace Once Upon a Time in Shanghai. Mientras que la segunda parece construida como un mero pretexto para la exhibición de la diversas secuencias de acción coreográfica, ya que el corpus fílmico resulta muy esquemático y lleno de clichés, en Unbeatable el núcleo de los combates no funciona como eje nodal aunque lo parezca. Este boxeo con artes marciales mixtas, donde todo vale en la combinación para atacar al contricante, actúa como señuelo para el aficionado al género si se quiere, y engatusarle con la parte emocional del film, que es donde se fija el desarrollo. Es el MacGuffin de toda la vida, relevante para el devenir de los personajes, accesorio para el espectador. Y aunque la parte más sentimental del film nos parezca en ocasiones algo acaramelada y poco refinada, también hay que comprender que nos movemos dentro de los parámetros del mainstream que obstaculiza algo más connotado. Y en ese margen, prefiero más así a Dante Lam que en un ejercicio puro de acción adrenalítica tipo The Viral Factor (2012), cinta que a mí me resultaba insostenible.

Este apunte tambien me sirve a colación para comentar y reconocer que la programación de las Nits de Cinema Oriental, en su voluntad de ofrecer cine popular, me permite salir de mi zona de confort y también recuperar un consumo que lo tenía abandonado cuando hace unos años estaba muy centrado en el cine oriental, cinematografías que poco a poco y sin darme cuenta han quedado residuales en mi cinefilia. Las Nits, en ese sentido, me permite retomarlas de nuevo y maniobrar en áreas que aunque no son desconocidas, no he profundizado tanto como en otras. Y eso también te obliga a que calibres las herramientas de juicio y el tratamiento que debes ofrecer. El eclecticismo bien entendido obliga a que seas tú el que te adaptes a los diferentes marcos, no son las películas las que se deben amoldar a tu mirada sino al revés. Eso no implica cierta condescendencia o una laxitud desmesurada en el criterio, pero sí ser conscientes bajo qué parámetros está construida.

Unbeatable 2

 Unbeatable

Como tal, Unbeatable funciona perfectamente en sus propósitos. Resulta transparente en su modelo que toma de patrón, Rocky (John G. Avildsen, 1976), y modula el film de forma similar a cómo lo hacía Clint Eastwood en Million Dollar Baby (2004), que nos orienta el film de una manera, centrado en el boxeo, para revelarse en su tramo final de otra, enfocado realmente en el drama humano de los protagonistas. La película se ambienta en Macao, lugar que funciona en el área china como funcionaba Shanghai en el cine occidental de los años treinta y cuarenta, lugar de refugio de aquellos que han sido exiliados de sus vidas y que han tenido que refugiarse de un tránsito convulso. Un espacio idóneo para empezar de nuevo. Porque Unbeatable en sus dos líneas narrativas que funcionan de forma paralela nos habla, no tanto del espíritu de superación y volver a levantarse tras la caída, sino de las segundas oportunidades. Ese resquicio para poder volver a reconstruirte una vez que has sido desahuciado. El azar une a los personajes y ambos en cooperación mutua vuelven a encontrarse a sí mismos.

Las dos vías de Unbeatable vienen marcadas por los dos personajes principales, el que interpreta Nick Cheung, el que será el entrenador, hostigado por una vida pasada delictiva pasada y que ha ido a parar a Macao como una forma de huída. En su búsqueda de alojamiento compartirá vivienda con una madre y una hija pequeña, una familia que acabará formando una parte fundamental de Fai Ching. Y por otro lado, el rol encarnado por Eddie Peng, que aceptará entrar en este tipo de boxeo como una forma de demostrar a su padre su valía y reconocimiento, un hombre anegado en su desesperación tras el hundimiento de su negocio en el ámbito inmobiliario. Toda la parte de entrenamiento y de combates, la que pertenece a Eddie Peng, es donde la película sin pudor y de forma directa remite a Rocky. Pero el auténtico protagonista es Nick Cheung, por lo que Dante Lam está más interesado en el entrenador, la madre traumatizada por la pérdida de su hijo pequeño y su hija, por lo que se desvía de la ruta prototípica como lo hacía Clint Eastwood y los giros argumentales se fundamentan bajo esa dirección.

Unbeatable 3

 Unbeatable

Por supuesto, todo funciona de forma trenzada y hace converger ambos focos, equilibrando y mesurando que todas las partes funcionen en armonía. Es cierto también que Dante Lam aprieta las tuercas de lo sensible con poca sutilidad pero les da a los personajes el suficiente cuerpo para que todo no resulte extremadamente relamido y melodramático. Es cine para todos los públicos, que busca ser edificante y que combina los ingredientes para que el resultado final acabe encontrando un tono adecuado. Lo consigue, a diferencia de Once Upon a Time in Shanghai que me resulta más de cartón piedra y la satisfacción visual que puede producir el visionado de las secuencias de acción, perfectamente ejecutadas -no en vano son responsabilidad de Yuen Woo-Pin, coreógrafo de acción de The Grandmaster o Kill Bill 2, entre otras-, no acaban de colmar lo suficiente para que el largometraje se sostenga. Visibilidad extrema, seguimiento perfecto de la acción, coreografía y acrobacia con la suficiente dosis de cámara ralentizada para insuflar de épica, y finalización del enfrentamiento con un plano panorámico donde el personaje principal acaba con una postura ideal para el afiche. Por lo que incluso en su mayor aliciente y atractivo para el aficionado acaba resultando demasiado mecánica y previsible, por lo que los números y las set pieces de luchas resultan con poca inventiva o con la chispa suficiente para ir sobrepasando todo lo débil que resulta a un nivel fílmico. Ambientada en el Shanghai de principios de siglo dibuja el marco histórico con tiralíneas, desoye cualquier riqueza o densidad argumental y todo acaba excesivamente perfilado con trazo grueso. Para más inri, vuelve a suceder lo que ya pasaba con Legend of the fist: The return of Chen Zhen (Jing mo fung wan: Chen Zhen, Andrew Lau, 2010), en cuanto Once Upon a Time in Shanghai revive traumas históricos del pasado y pinta como villano absoluto al japonés que tiene sometidos a los chinos, dogmatismo xenófobo sin matices y sin pudor.

Con bastante ingenuidad la película nos narra la historia de un chico pobre y bonachón del ámbito rural que va a Shanghai, el mito de la gran ciudad masticado en mera convención, y acabará entablando amistad con un gangster local porque lo pone en el guión. Todo muy naif, demasiado para el occidental, quizás. Los acontecimientos del film, explicados sin mucho miramiento y con poca convicción, más unos personajes convertidos en simples arquetipos, son una absoluta excusa e incluso una engorrosa molestia para que ellos se embarquen en mil y una batallas. Como en el porno, vamos. En ese sentido, el año pasado, Wu Dang (Da Wu Dang zhi tian di mi ma, 2012), de la que ésta resulta el recambio para esta edición en cuanto a film de artes marciales se refiere, resultaba mucho más vitamínica, divertida y entretenida. Este año no hemos tenido tanta buena suerte.

Once upon a time in Shanghai

Once Upon a Time in Shanghai

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