Utopia
Pre-distopía conspiratoria Por Roger Gonzàlez i Mercader
“El sueño de la razón produce monstruos”
Que la serialidad audiovisual 1 está viviendo una edad de oro parece incuestionable. Que Estados Unidos (con HBO, AMC o Fox a la cabeza) está produciendo algunas de estas doradas obras maestra es también innegable. Pero siempre debemos estar muy atentos al talento “british”. Los británicos, aunque habitualmente sin las grandes repercusiones mediáticas ni la capacidad de marketing de los americanos, a menudo generan productos culturales (cine, cómic, teatro, series…) mucho más arriesgados, rompedores y atrevidos que sus pares lingüísticos del otro lado del charco. Este es el caso de Utopia 2.
Nacida al amparo del canal británico Channel 4 y de la mano de Dennis Kelly, esta serie de dos temporadas (6+6) fue sin duda una de las sorpresas del 2013. ¿Por qué? Diversas son las cualidades de la serie, pero probablemente la que más sorprende es su desarrollo formal. Me explico: cuando la mayoría de series priman lo narrativo y argumental por encima del estilo (y no por ello dejan de ser excelentes, véanse Juego de Tronos o Los Soprano) sorprenden series como Utopia, que se convierten en un impactante y preciso ejercicio de estilo que además sirve para acompañar una absorbente e interesante historia. Aunar estilo y narrativa; he ahí la clave de las obras maestras.
En resumen, y genéricamente hablando, Utopia es una especie de thriller conspiratorio, lleno de una brutal violencia envuelta a menudo en un macabro humor negro, en que una serie de personajes descubren la más grande conspiración jamás ideada a partir de un oscuro cómic apocalíptico. Por ello serán perseguidos y torturados por unos psicóticos asesinos a medida que tratan de desenmascarar el brutal objetivo de los conspiradores. Ante este aberrante a la par que sugerente resumen, cualquiera diría que, además, la serie contiene tintes distópicos y reflexivos, y que nos regala alguno de los personajes más psicóticamente entrañables que ha dado la historia del audiovisual, me refiero a Arby 3, un asesino sin empatía (pero al cual veremos evolucionar psicológicamente en la serie) que, entonando a su famoso leitmotiv: Where is Jessica Hyde?, sin duda merece estar en el panteón de los mejores psicópatas de ficción, junto a Annibal Lecter y Anton Chigurh. Éste último, por cierto, es una evidente inspiración, no sólo en cuanto al personaje de Arby, sino, en general, el humor negro sádico que comparten Utopia i los Cohen de No es país para viejos (No Country for Old Men, Joel Coen, Ethan Coen, 2007).
Pero ¿cómo se compacta visualmente semejante argumento? Formalmente Utopia atrapa con una puesta en escena de una plasticidad sorprendente, una fotografía de colores contrastados 4, a menudo chillones (el amarillo de la chaqueta de los psicópatas por ejemplo) unido a un equilibrio meticuloso de la puesta en escena, que recuerda al obsesivo y simétrico Wes Anderson o también, y muchos así lo han destacado, al mundo de los cómics (no es casual que la primera secuencia de la serie sea en una tienda de cómics y que uno de sus elementos claves sea un comic-book ). Esta fuerte plasticidad casi alegre contrasta fuertemente con su seria y enrevesada trama conspiratoria, y sobretodo con la brutal y explicita violencia de la serie que, a su vez, contrasta con un oscuro humor negro y una desenfadada música pop-electrónica 5. Una gama de contrastes, pues, que además se acentúan con el ritmo: sí, es un thriller, y sí, atrapa. Pero lejos de utilizar un montaje frenético cut-cut-cut o una esquizofrénica cámara en mano, la serie opta por los planos abiertos acompañados de suaves travellings. Una contemplación de la violencia, fría y brutal que genera a su vez una poderosa tensión (a menudo recuerda a Haneke o al mejor Shyamalan) y que redondea en dar a todo el conjunto una especie de tensa trascendencia pre-apocalíptica.
Y es que aquí encontramos otra de las grandes genialidades de Utopia: el generar también toda una reflexión ético-filosófica sobre los objetivos utópicos y sus posibles consecuencias distópicas.
En un especial de Cine Divergente la compañera Mónica Jordan escribió un artículo sobre el concernismo: esas distopías que de tan cercanas aún huelen a utopía. Pues bien, Utopia (como ven el nombre no es casual) se incluiría en esta categoría, pues envuelve la serie con el tenso rumor del apocalipsis: cada episodio empieza con un poético gran plano al aire libre (campos de trigo, flores, arboles mecidos por el viento y bañados por el sol) y una voz en off de un noticiario radiofónico que transmite noticias sobre crisis energéticas, escasez de alimentos e inminentes colapsos ecológicos. Elementos, todos ellos, que dan el sentido final a la serie y la convierten, aparte de en un excelente thriller conspiratorio, también en una reflexiva demodistopía que genera el obligado debate de toda utopía: ¿qué acciones deberían emprenderse para salvar el mundo? ¿El fin justifica los medios? Hay muchas series y películas sobre distopías y post-apocalipsis, pero pocas veces la ficción nos ha mostrado la idea que las puede generar, ese punto 0 del cual emana todo. Utopia lo hace, y nos recuerda que a menudo, parafraseando el capricho goyesco, el sueño de la utopía produce distopías.
- Decir “televisión” en un momento en que las formas de consumir audiovisual son tan tecnológicamente variadas seria de una estrechez de miras imperdonable. ↩
- Que, por cierto, a menudo sólo pueden aspirar a copiar, aunque en este caso sea el mismísimo David Fincher (según las últimas noticias éste será el encargado de hacer el remake norteamericano de Utopía para la HBO) ↩
- Interpretado por el actor británico Neil Maskell ↩
- La serie fue nominada al BAFTA a mejor fotografía. ↩
- De la mano del compositor Chileno-canadiense Cristobal Tapia de Veer, que ganó el premio RTS Craft& Desing Award precisamente por esta banda sonora ↩