Vengadores: La era de Ultrón
Hacia una épica post-humana Por Samuel Lagunas
Una de las razones por las que nos encantan las películas de superhéroes es porque nos arrojan a escenarios de catástrofes controladas. Es la ficción en una de sus formas más puras. Y si a ello añadimos los formatos cada vez más sofisticados de las salas (IMAX 3D, 4DX) el visionado se convierte en una aventura espectacular.
La primera entrega, Los Vengadores (The Avengers, Joss Whedon, 2012) nos presentó a un equipo de súperhéroes que habían dejado un mensaje bien claro a los enemigos que habitan el resto del universo: ellos estaban listos para defender la Tierra. Ese narcisismo neoliberalista norteamericano de proporciones cósmicas, encarnado espléndidamente por Tony Stark (Robert Downey Jr.), se convierte en Vengadores: La era de Ultrón en el germen de la nueva amenaza: Ultrón (James Spader), una inteligencia artificial diseñada para proteger a la humanidad de invasores de otros planetas. Una misión loable, claro. No obstante, Ultrón tiene sus propios métodos de “preservación del orden”, no muy distintos a los de los algunos genetistas contemporáneos: mejorar la especie y, si en ello se pierden muchas vidas, qué más da, habrá sido para una buena causa; y si se pierden todas, qué mejor, podremos empezar desde el principio.
El fascismo de Ultrón tiene su contrapeso en Visión (Paul Bettany), uno de los nuevos miembros del equipo. Para Visión, la humanidad no está perdida y no es necesario forzar la cadena evolutiva hacia un paso más. Esta oposición de posturas es pertinente para describir algunos temores que la revolución biotecnológica del siglo XXI ha despertado sobre las repercusiones que puede tener la modificación genética de los humanos: ¿crearemos una raza superior que tendrá nuevos motivos para violentar a los que no puedan acceder a los beneficios tecnológicos?
Por otra parte, el ejército de Ultrón es una metáfora inteligente sobre las posibles consecuencias de la clonación reproductiva: el fin de la diversidad. Ante ello, sólo un equipo cada vez más amplio y divergente –en esta cinta también se unen los gemelos Maximoff: Wanda/Scarlet Witch (Elizabeth Olsen) y Pietro/Quick Silver (Aaron Taylor Johnson)–, representa una gozosa alternativa.
Whedon decidió ahora detenerse en los dramas interiores que cada «vengador» experimenta: la inexorable nostalgia del Capitán América (Chris Evans), el tormentoso pasado de La Viuda Negra (Scarlett Johansson), las dudas de Thor (Chris Hemsworth) sobre su capacidad para reinar, y la ambivalencia perpetua de Bruce Banner (Mark Ruffalo). Todos estos rasgos adquieren una dimensión más humana en la cinta y eso consigue que el espectador pueda sentirse más cerca de ellos, especialmente de Clint Barton (Jeremy Renner), quien finalmente confiesa que hay una mujer con tres niños esperándolo en casa.
La gran paradoja que me sigue fascinando de Los Vengadores es que lo único que los mantiene unidos es la lucha frenética: cuando ésta acaba, cada uno, salvo Hawkeye, vuelve a su solipsismo excéntrico. El lazo de la necesidad pesa más que el del deseo y el de la voluntad. Pero hay mucha tarea por hacer y es necesario devolver los sentimientos al armario: una nueva generación de superhéroes (Falcon, War Machine y las recientes «adquisiciones» Visión y Scarlet Witch) requieren entrenamiento porque las amaenazas no paran y los enemigos siguen allá afuera.
Whedon conoce ya la fórmula del éxito y en Vengadores: La era del Ultrón la ha vuelto a ejecutar con inteligencia.
Las secuencias de pelea son avasalladoramente buenas: es difícil decidirse entre la riña de Iron-Man contra el imparable Hulk o el momento en que en la derruida iglesia de Sokovia los nueve se enfrentan a un número inaudito de creaciones de Ultrón. Las dosis de humor se mantienen exactas, impredecibles. Musicalmente, Brian Tyler sabe acompañar los momentos climáticos, sean violentos o románticos. Porque, hay que decirlo, ese “algo” entre Banner y Romanoff se manifiesta y desemboca en una de las escenas más patéticas del filme. Aplausos extra merecen los efectos especiales así como el talento de Whedon para ensamblar a tantas estrellas dándole a cada una su gran momento.
La saga que comenzaron los Estudios Marvel con Iron Man (Jon Favreau, 2008) llega con Vengadores: La era de Ultrón al undécimo escalón y se muestra firme, robusta, lista para los siguientes pasos. Tal vez no estén del todo conscientes pero en la fragua se halla una de las épicas cinematográficas más atractivas de los últimos años: la épica posthumana del siglo XXI donde lo que está en juego no es la seguridad del planeta sino la pregunta misma sobre la naturaleza humana. Al final, –los créditos finales lo corroboran–, es este ramillete de súper humanos, igual que antaño los semidioses griegos, el que adornará los quioscos en los próximos años, si no de nuestra ciudad, sí de nuestra memoria.
Pero no hay que olvidarlo, la película es panfletaria en todos los sentidos y conmina al espectador a enclaustrarse. Si fuese consigna, podríamos formularla así: «¡Súper humanos del mundo, uníos! Todos los demás, volvamos a nuestras casas y prendamos el televisor».
Fe de erratas: Mark Ruffalo interpreta a «Bruce» Banner. Buen Análisis.