Visiting Room (Vorbitor)
Los otros prisioneros Por Jose Cabello
Filmoteca Española, en colaboración con Cineteca Madrid, durante el mes de diciembre y enero lleva a cabo la IV Muestra de Cine Rumano en la ciudad de Madrid con el objetivo de continuar acercando a nuestro país una filmografía en pleno apogeo internacional, paliando así parte del maltrato al que estas cintas, como tantas otras, están sometidas a la hora de ser distribuidas en las salas comerciales españolas. Vorbitor, uno de los trabajos que suscitan más interés dentro de la Muestra, procede del realizador rumano Radu Muntean, ganador del premio a Mejor Película en el año 2010 en el Festival de Gijón con Martes, después de Navidad (Marti, Dupa Craciun, 2010).
Vorbitor agrupa el testimonio de varios presos que descubrieron el amor mientras cumplían condena en la cárcel. Los directores Alexandru Baciu y Radu Muntean diseñan un peculiar trazado a base de pequeños relatos contados desde la mirada de cada uno de los miembros de la pareja, preservando distintos caminos de la apreciación del término romántico mientras los protagonistas desarrollan su rutina en un emplazamiento hostil.
Vorbitor, abogando por el amor de carne y hueso, extermina lo anquilosado del romanticismo de postín que el mainstream americano pretender servir como menú diario cada viernes en la cartelera semanal.
Los hermanos Taviani recrearon la obra de teatro Julio César en el film Cesar debe morir (Cesare deve morire, 2012). En esta ocasión, también en un entorno carcelario, se contempla una posible reinterpretación moderna de otro clásico de Shakespeare: Romeo y Julieta, un influjo que circula por las entrañas de Vorbitor aunque se abra a un ramal más extenso de distintos itinerarios, todos válidos, para alcanzar el amor. Al igual que en Romeo y Julieta, no solo se contempla el horizonte de los tórtolos, también se otorga un papel fundamental a la crítica implícita en la construcción de las relaciones sentimentales, cuando los presos quedan totalmente obnubilados por la ceguera intrínseca al placer del enamoramiento. La pérdida de óptica arranca la maquinaria pensante de los amantes que, separados en distintos sectores según sexo, idean enésimas tretas para volver a contactar con sus respectivas parejas, aunque ello suponga un lastre administrativo con los consiguientes costes para la prisión. Juicios por causas nimias, enlaces matrimoniales, divorcios pactados para volver a casarse; todo vale para obtener un día más de permiso. Incluso, como último recurso, la reincidencia con algún acto delictivo menor que les regrese a la cárcel para no alejarse de su objeto de deseo. En cierta manera, manteniendo la distancia, la explotación de la pasión entre los presos de Vorbitor se asemeja a la relación homosexual entre los dos judíos retenidos en el campo de concentración nazi en Bent (Bent, 1997). Unos y otros poseen únicamente la mímica como herramienta para alimentar su imaginación, recreando un escenario ficticio donde reina el deseo.
Los últimos románticos de las cárceles rumanas son utilizados como una muestra representativa del microuniverso en el que viven, una sociedad pormenorizada a través de los distintos diálogos establecidos frente a la cámara que dejan al descubierto una generalidad machista, reprimida y violenta. Pero no hay que olvidar lo innecesario e inútil de extrapolar cualquier conclusión al resto de la población rumana fuera de las instalaciones, pues el retrato se circunscribe a los privados de libertad, y si el estudio cambiase de nacionalidad, cárceles rumanas por españolas, las conductas no serían tan dispares. Independientemente, resulta llamativo el alto número de internos que cumplen condena por un mismo motivo: el asesinato. Asesinatos que en su gran mayoría han sido cometidos de manera involuntaria al ejercer violencia contra sus propios familiares o parejas. Un sistema arcaico que basado en la agresión física, el patriarcado y el sometimiento del más débil, retrotraerá las cavernas como modelo de vida, ya que el azar no podrá eludir un accidente cuanto más se repita el mismo patrón de conducta.
El ingrediente exótico, y cómico, de Vorbitor lo configuran los distintos modos de conocerse en cada una de las parejas: a través de fotografías de compañeros de celda, talleres artísticos en la propia cárcel o incluso estableciendo comunicación con personas externas a la prisión gracias a programas de televisión donde los presos explican su jornada. En otros casos, no se conocen físicamente, aguardan a la espera mientras se cartean, pero se agarran a la ilusión que por momentos evapora la melancolía de sus días. El documental recopila una amplia gama de actitudes entre las parejas, desde aquella que apuesta firmemente por su compromiso y promete esperar fuera una vez cumplida la condena, hasta la pareja escéptica que no oculta el componente pasajero de estas relaciones. El amor se utiliza como válvula de escape dibujando a su paso un amplio sendero de posibilidades donde cada pareja establece su propio código y reglas de funcionamiento, como en la vida real.