Walk away Renee
Walk away Renee. Direccions. Por Manu Argüelles
En la exposición del CCCB de Barcelona, La pantalla Global, se nos comenta que incluso antes de que nazcamos ya aparecemos en una pantalla, la de la ecografía, como perfecto ejemplo de cuál es el grado hiperbólico al que estamos sometidos por la representación de la imagen. Somos prisioneros de una embravecida cultura audiovisual que ha inundado todo nuestro entorno por las más dispares plataformas visuales.
En este contexto, no resulta extraño que Jonathan Caouette haga acopio de un material audiovisual y fotográfico apabullante de sí mismo y de su propia familia.
En Walk Away Renee se nos indica que empezó a grabar en 1984, a los once años. Tarnation (2004) fue su primer documental donde trataba de organizar una caleidoscópica documentación personal para hablarnos de su biografía íntima, fraguada por su entorno familiar disfuncional y su quebrada identidad.
El cineasta se hace en el montaje y Caoutte demostraba un virtuosismo intuitivo y amateur plenamente deslumbrante. Algo que, por supuesto, repite en Walk Away Renee, totalmente profesionalizado, pero sin perder el primigenio nivel sensitivo de Tarnation (nunca me ha afligido tanto la música folk en un film). No se trataba de esos ejercicios impúdicos y obscenos en los que se exhibe con total gratuidad su ego, sino que se trataba de una forma de interrogarse, mediante un principio organizador que trate de buscar un sentido a tal catálogo de recuerdos e imágenes. Una vida descoyuntada, marcada especialmente por la enfermedad mental de su madre, un trastorno bipolar agudo, que le empujó a una infancia en diversas casas de acogida a la edad de 4 años, hasta que recabó en el tutelaje de sus (perniciosos) abuelos.
La gran diferencia es que ese trabajo psico-afectivo, a modo de catarsis pero también de compresión de sí mismo, deja de ser privado para estar expuesto a la luz pública. Cuando vi Tarnation desconocía la corriente autobiográfica emergente en los años 60 (con Jonas Mekas y sus diarios a la cabeza), donde se aunó la subjetividad con la vanguardia para dinamitar los principios rectores del documental canónico y presuntamente objetivo. Mi primera experiencia con este tipo de no-ficción fue gracias a Jonathan Caouette. Había tal visceralidad, tal magra desnudez, tal sobrecogimiento ante las desdichas de su vida, que resulté fuertemente impactado. Me adentré en un carrusel de sentimientos tan frenético como la multiplicidad de texturas visuales que se apilaban en este desgarrador patchwork en primera persona. Ya entonces era fácil advertir un profundo amor a su madre, con todos sus claroscuros más intensos explotando en la pantalla. Walk Away Renee es el segundo capítulo de ese profundo amor, pero sin mediaciones y sin dispersiones.
Desde ese abisal impacto me enfrento a Walk Away Renee, con la certeza que aquello no se va a repetir, porque Caouette ya no cuenta con el tremendo voltaje que te produce la juventud y porque nosotros también hemos madurado. Hemos pasado de las ganas de sentir el tormentoso amor que desborde tu razón al amor sereno, aquel que te plenifica y te asienta, el que te da un lugar de pertenencia. Esas son las dos grandes diferencias entre Tarnation y Walk Away Renee. Una es la imperfecta, caótica y arrolladora fuerza que deseas que te inunde; la pasión con mayúsculas, donde uno se construye, donde se apilan los interrogantes y nos ahogamos en un maremoto de incertezas y dudas. Dolor desbordante, sí, pero también enérgica vitalidad plena de sentimiento en carne viva. La otra es la estructurada, la que busca el soporte cómodo de la road-movie, porque uno nunca acaba por sentirse de un lugar fijo. Walk Away Renee es la ficción pensada, meticulosamente trabajada. Un ropaje dramático no ya de unos diarios personales que no controlan el riesgo, que no mesuran la canalización de lo privado a lo público, sino de un collage perfectamente organizado con un fuerte núcleo rector. Ya no es uno mismo, sino el objeto de sus afectos: su madre. El cuidado y el orden, la historia desde la perspectiva del tiempo, el amor sereno.