Weekend

El amor líquido Por Manu Argüelles

Los gays están contaminados de retórica política

hasta en sus relaciones humanas.

Es como una enfermedad, sí.

Fíjate, es como un síntoma de nuestro tiempo.

No se puede tener una relación sana con un homosexual,

actualmente.Tristan Garcia. La mejor parte de los hombres.

Chico conoce a…chico (ya he perdido un porcentaje de lectores). No importa, seguimos para los que se queden. Sí, Weekend, con su sencilla historia romántica del encuentro de dos gays en un fin de semana, acabó convirtiéndose en una de las películas más estimulantes de la pasada edición del Festival de Cinema d’Autor. Y no solo eso, circunscrita al cine reciente, también considero que Weekend es una de las películas más políticas y certeras sobre el hecho homosexual (ahora es cuando ya los he perdido a todos).

Respiren, si queda alguien, quítense la incomodidad. Porque Andrew Haigh no alza ninguna bandera ni lanza proclamas combativas. Tampoco apela al orgullo escandaloso y gritón que tanto le molesta a Ana Botella que se celebre en su inmaculada y católica Madrid. No lo necesita, no pretende ser agresivo, pero sí se dirige directamente a la población no homosexual a través de las conversaciones que establecen Russell (Tom Cullen) y Glen (Chris New) en ese baile de máscaras (más bien en la sustracción progresiva de ellas) que siempre se producen en el encuentro íntimo con el otro.

Weekend (1)

Conocerse, tratar de acercarse a lo más profundo de la persona a la que me doy como amante, supone siempre un equilibrio entre mostrarse y ocultarse, entre dar y recibir, avanzar y recular. Porque la desnudez física que siempre es inmediata, nunca es igual de rápida que la desnudez emocional. Glen actúa como decidido explorador, el que más está dispuesto a traspasar todas las barreras. Es el que toma la iniciativa, el que interroga y cartografía, frente al taciturno y asustado Russell, aunque ya saben que la apariencia no es sincera. Los expansivos y liberados en primer término son luego los que más ocultan, lo más atemorizados; aquellos que se construyen una capa, digamos comercial, que vende y seduce muy bien, pero que no es más que un impenetrable parapeto para dejar a resguardo el terrible miedo que tienen al dolor. Porque querer también supone sufrir. ¿Hola? ¿Queda alguien ahí o ya he vuelto a escribirme a mí mismo?

La premisa y el relato romántico no es nuevo y bebe directamente de las lúcidas reflexiones en dos partes que Richard Linklater realizó, desde la orilla heterosexual, con Antes del amanecer (Before sunrise, 1995) y Antes del atardecer (Before sunset, 2004). Ambos directores, tomando de nuevo la novela de Tristan Garcia, nos hablan de cómo:

los tiempos modernos profesan el culto a la relación efímera, a la libertad de elegir la compañía, la desilusión frente a lo esencial, y todos nosotros hemos perdido el sentido de la promesa. (…) En aquel tiempo, el tiempo prometido era la única resistencia posible al tiempo hecho trizas, dividido en pequeños trozos de falsa libertad por la sociedad de consumo, el individualismo, la civilización del instante y el hedonismo contemporáneo.

Weekend Andrew Haigh

Ambos hablan de la posibilidad de que exista ese tiempo prometido desde los parámetros de los amores líquidos, según denominación de Zygmunt Bauman, para caracterizar al tipo de relaciones amorosas fugaces y breves que dominan nuestra vivencia más inmediata. Mientras que la posibilidad de Linklater cuenta con amplia aceptación, dado que cuenta con una gran tradición cultural que le respalda, Andrew Haigh debe luchar contra los estereotipos imperantes respecto a los gays catalogados de frívolos, hedonistas e incapaces de establecer esos niveles de conexión emocional. Pero lo que es válido y plausible para Linklater también lo es para Haigh, ¿sí, resistente lector que estás llegando hasta este punto?

No obstante, lo que le otorga rasgo de diferencia a Andrew Haigh respecto a Richard Linklater, y con ello no estoy haciendo discriminación positiva, es que el británico está enmarcando su reflexión dentro de un marco homosexual. Y créanme, eso marca diferencia. Porque en lo gay, perdón que vuelva a Tristan Garcia, ya paro, todo lo que es privado en la heterosexualidad es público en la homosexualidad. Desde el tan sencillo salir de armario, siempre es salir frente a los demás, reconocerse uno mismo, algo que debería ser del área de lo reservado: la individualidad debe ser expuesta a la luz pública, a riesgo de sentirte excluido de tu entorno (otro tema es que lo demás lo acepten o que tengas que depender de la aprobación de los demás). La gente debe saber con qué tipo de personas te acuestas. De eso habla Weekend, de cómo la vida cotidiana del gay está mediada por un mundo que automáticamente le obliga a hacer público algo que el heterosexual puede mantener en el anonimato si lo desea (sus propias emociones y ello no le comporta exclusión alguna o aislamiento).  Russell y Glen son las dos caras de la misma moneda. Mientras que a Glen le importa una mierda lo que los demás piensen de él, Russell vive en una permanente burbuja, ensimismado en su caparazón aislante, que solo le provoca un hiriente sentimiento de soledad existencial, algo acentuado con su carácter de huérfano. Dada la ausencia paterna de Russell, Glen bromea cuando le dice que lo que le pasa a Russell es que le falta el ritual de decírselo a sus padres. Y hasta que no pase esa prueba, no podrá salir de esa zona de reclusión en la que se esconde, por lo que hacen la representación para que lo supere.

Weekend 2011 (1)

Así, no es extraño que den ganas de abofetear a Alejandro Amenábar en su discurso de agradecimiento de la medalla de honor del Ayuntamiento de Madrid, cuando da las gracias a Madrid por haberle dejado vivir en libertad su orientación sexual. No lo hago yo, Weekend lo hace por sí solita. Porque eso es más falso que un billete de 30 euros.Andrew Haigh pone en boca de sus actores la homofobia de bajo perfil (discreta y oculta pero permanente), tanto la interiorizada por los gays –la más terrible de todas y la que desintegra si no te armas con fuerza-, cómo la que reciben directamente, día a día, segundo a segundo.

Los códigos documentales, la sencillez de la puesta en escena, la caligrafía apegada al costumbrismo más revelador y naturalista, el buceo excelente del subtexto que siempre se da con la comunicación no verbal debajo de las palabras, hacen que Weekend sea urgente para el público heterosexual, más que al reconforte gay de verse bien reflejado en el espejo cinematográfico.

Su acto activista y político estriba en hacer visible cómo la libertad está coartada desde el mismo gay, que siempre tiene que luchar en un entorno que le va a excluir, le va a resultar hostil. Porque lo de Chueca, el guetto creado voluntariamente, es un bonito placebo. Pero la vida está más allá de esos confines. La cama, tu pareja, ese espacio de libertad donde uno puede expresarse, ahí es donde Weekend se desarrolla y despliega sus armas. En ese plano lejano y nocturno que refleja cómo la única luz del edificio es la de la habitación de los dos amantes.

Weekend night (1)

El lector que haya llegado hasta aquí, bravo por él que no se lo he puesto fácil, puede pensar que ya estamos haciendo victimismo fácil. Pero Weekend desenmascara lo políticamente correcto (la censura maquillada del siglo XXI), esa creencia de que ya está todo conseguido con las bodas gays. En el ámbito cinematográfico también tumba esa frecuencia en las ficciones donde se inserta al gay en el mosaico de diferentes personajes como maniquí decorativo y pintoresco, pero que no deja de ser una muestra palpable de la absorción de la diferencia por el sistema hegemónico, previamente neutralizado el aspecto más incómodo: que son seres sexuales, algo que comenta Glen respecto a los problemas que tendrá su exposición sobre el sexo: a los heterosexuales no les interesará porque va de sexo gay, y a los homosexuales no les interesará porque no hay sexo explícito.

Va por ti Julio, porque al ver a Glen me ha hecho acordarme de lo privilegiado que soy al tener un amigo muy parecido a ese personaje.

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Comentarios sobre este artículo

  1. María dice:

    Muy interesante tu artículo, aún no he visto la película así que no puedo opinar, pero con las reflexiones generales que haces sobre el handicap de normalidad que sufren los homosexuales no puedo estar más de acuerdo. Una anécdota que a mí me flipó: hace varios años hacían un festival de cine gay y lésbico aquí en Ibiza, donde vivo, muy, muy interesante, había films muy buenos. Por supuesto, el público era muy minoritario, y supongo que seríamos pocos los heterosexuales que acudían a los pases. Un día tenía unas entradas gratis para ver una peli que ya había visto y era una comedia muy divertida además. Se las ofrecí a unas amigas (que eran pareja en ese momento), no porque fueran gays (una de hecho no lo era), sino porque vivía con ellas y eran las que tenía más a mano. Me flipó cuando me dijeron que no les apetecía mucho ver «cine gay».
    Ojalá dentro de pocos años no sigamos teniendo que mantener etiquetas tan absurdas como «cine gay» o «cine de mujeres».
    Saludos y felicidades por el artículo y el blog!!

    1. cinedivergente dice:

      Hola María. Te agradezco tus palabras y tu comentario. Cuando veas la película, la cual te recomiendo fervientemente, verás que esas reflexiones me han sido «dictadas» por el film. Alguien, creo que era Vicente Molina Foix, decía más o menos que la homosexualidad estará plenamente normalizada en el cine cuando ya nadie use la etiqueta «cine gay». Es un buen razonamiento con el que estoy de acuerdo. No obstante, también soy contrario en este caso de obviar el contenido político presente en el film, como he visto en algunas reseñas que pasan de puntillas sobre la cuestión gay, cuando es absolutamente capital, dado que se reflexiona sobre ello.

  2. Juan dice:

    Muy buena critica, aunque sinceramente dudo que algun hombre heterosexual haya visto esta pelicula. Tal y como dice el guion, no les gusta porque va de eso, de gays, y si ven algo asi pierden su » virilidad».

    1. Muchísimas gracias por tu comentario. En Barcelona, en el marco donde la vimos, en el Festival de Cine d’Autor, salió votada de las cinco favoritas del público, así que quiero creer que entre esos votos habían votos de hombres heterosexuales, ¿estaré siendo ingenuo? Porque ahora que lo dices, nadie de mi entorno me ha comentado nada de esta crítica, aparte únicamente de una chica, por lo que no cuenta. En todo caso, yo sí quería interpelarles a ellos directamente al escribir la crítica, siguiendo lo que el propio director ya dice en el film, a través de las palabras de Glen. Fue la película la que me dictó cómo hacer la crítica. Un abrazo.

  3. […] por ejemplo en Weekend (íd., Andrew Haigh, 2011), una película de amor homosexual, y cito a Manu Argüelles: “Weekend desenmascara lo políticamente correcto (la censura maquillada del siglo XXI), esa […]

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