Brooklyn

De la triste Europa al sueño americano Por Paula López Montero

Parece que últimamente la cosa va de los años 50. Supongo que ya tenemos la suficiente perspectiva como para poder hablar de los años de posguerra con la nostalgia que nunca tuvimos. Este año se han presentado tres películas llamadas a los mejores premios que versan sobre esta época: ¡Ave, César!, Carol y la presente Brooklyn. Un mismo trasfondo, diversos diálogos. Sería curioso analizar lo que cada una nos cuenta desde la misma perspectiva. Desde luego Brooklyn me genera cierto dilema, como si te estuvieses dejando llevar por el fervor de feria y algodón dulce, delicado, estético, pero demasiado bonito para ser cierto. En ese aspecto queda muy bien trazado el ambiente que se respiraba en el Nueva York de los años 50, pero en cierta medida sorprende que sea una película del otro lado del atlántico. Y sorprende porque no deja en muy buena posición a la sociedad irlandesa, al contrario que los discursos puestos en marcha en Estados Unidos que resultan ser mucho más críticos con la sociedad norteamericana especular y machista de los años 50, como son los casos de ¡Ave, César! y Carol. Quizá sea el turno de ser críticos con uno mismo.

Brooklyn 2015

Curiosamente los discursos puestos en marcha sobre épocas pasadas, en esta etapa posmoderna ponen en evidencia la diferencia, los casos raros de la historia, como La chica danesa (The Danish Girl, Tom Hooper, 2015), Una educación (An Education, Lone Scherfig, 2009), Las horas (The Hours, Stephen Daldry, 2009), La rosa púrpura del Cairo (The Purple Rose of Cairo, Woody Allen, 1985) o Lejos del cielo (la que por cierto lleva implícita esta reflexión en su alusión a la película Sólo el cielo los sabe). Ponen en evidencia que aquellos años no fueron tan bonitos como los pintó el Star System, y de eso ya hablamos en ¡Ave, César!.

Me interesan sobre todo los discursos de la época vertebrados por géneros que dividían el panorama en películas de mujeres y películas de hombres. Por otra parte hay una gran evidencia entre las películas norteamericanas, y el resto de películas. Atendiendo a esto, el melodrama y el musical moldeaba el pathos de la mujer. El western, el cine negro, bélico y de acción, moldeaba el del hombre. ¿Y ahora?
¿Es Brooklyn un melodrama para mujeres? Afortunadamente la clasificación ha cambiado, incluso el pastiche de géneros, pero no tanto como nos gustaría. Hay una cosa que me llama la atención: la mayoría de los discursos puestos en marcha sobre los años cincuenta hablan de mujeres, incluso la imagen que tenemos si pensamos en los años 50, en efecto, es de una mujer con un vestido pomposos hasta los tobillos cocinando para su marido. Como si los años cincuenta hubiesen sido puramente femeninos. Qué daño hizo la publicidad. En este aspecto surgen diversos relatos que reflexionan sobre la mujer en esta época: Carol, Una educación, Lejos del cielo, Las horas y Brooklyn. Entre esas películas, la que se sale de la línea crítica común es Brooklyn, quien habla de una mujer perfecta para la época.

Dije que me había sorprendido, pero es que en esta etapa posmoderna estamos demasiado acostumbrados a revisitar el pasado desde una perspectiva actual, y pocos son los films que quedan ya anclados en el pensamiento de tales épocas. Es el caso de Brooklyn, quien apuesta por una historia anclada y mirada desde los años cincuenta, perfectamente trazada, olvidando el revisionismo crítico y poniéndonos en juego un relato que pone sobre la mesa lo que fueron aquellos años: la tradición, la soledad y el hermetismo de la sociedad irlandesa, y el gran sueño libertino de la vida Estadounidense.

brooklyn

Brooklyn, ganadora en los pasados premios BAFTA al mejor film británico, versa sobre la marcha de Eillis (una entrañable Saoirse Ronan) de la empobrecida Irlanda a Nueva York en busca de una mejor oportunidad. Mientras la Europa de posguerra había quedado devastada moralmente, Estados Unidos se alzaba como el país de la libertad, el país de los sueños. Muy alusiva es la entrada en la frontera tras un viaje en barco extenuante, donde la puerta a los Estados Unidos resplandece como si fuese el mismo cielo. Eillis, cuyos primeros días de estancia se le hacen cuesta arriba y añora su casa, pronto entrará en el juego de la vida norteamericana tras conocer al italiano Tony (Emory Cohen) y darse cuenta de la variedad y pluralidad del país. El cambio de miras le hará volver a su pueblo natal y juzgar todo desde una perspectiva más externa y crítica. Por otra parte, quizá el gran punto fuerte del film es el vestuario y la dirección artística, impecables y John Crowley consigue retratar una buena atmósfera del momento. Pero sigo con el dilema en la cabeza, demasiado perfecto.

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