Nocturna Parte IV: el arte de no morir
The Furies, Finale, The Young Cannibals, Body at Brighton Rock y Koko-di, Koko-da Por Ignacio Pablo Rico
Los relatos a propósito de la lucha por la supervivencia en entornos hostiles no podían faltar en este festival. Ya sea a la intemperie de una naturaleza indiferente a nuestros sufrimientos —cuando no directamente inmisericorde—, o amenazados por males propios de la cultura contemporánea, los survival, slashers y el torture porn han ocupado un lugar importante del cine que hemos podido ver a lo largo de estas cinco jornadas. Con ello, damos fin a la crónica del VII Nocturna Madrid.
Entre lo mejor de esta última edición se encuentra The Furies (Tony D’Aquino, 2019. Sección Oficial), llegada como otras producciones desde el Festival de Sitges. En uno de los planos que inauguran este slasher, una chica pinta un grafiti: «Fuck the Patriarchy!». La película no tarda en poner en cuestión la vacuidad de un clamor que se ha convertido, en los últimos años, en un mantra inocuo, incapaz de dar cuenta de las complejas relaciones de poder que se desarrollan en las sociedades de hoy. Un puñado de mujeres jóvenes son sometidas a una cacería en la que deben escapar de enmascarados dispuestos a matarlas cueste lo que cueste. Un juego maligno que se descubrirá mucho más enrevesado a medida que avance el metraje, sometiendo a una poderosa ambigüedad no solo los roles de víctima y verdugo, sino los de consumidor pasivo de imágenes y creador/gestor de las mismas. The Furies empuja la sororidad al límite con conclusiones perturbadoras acerca de la esencia del ser humano. El gore desplegado en su profuso body count es de una expresividad inusual: enriquece sin duda la carga mitológica que el filme sugiere desde su mismo título.
The Furies
Agnes y Belinda, heroínas a su pesar en Finale (Søren Juul Petersen, 2018. Sección Oficial), terminan atrapadas asimismo en una tétrica experiencia lúdica para el goce de espectadores sádicos —disculpad el pleonasmo—. Adaptación de la novela homónima de Steen Langstrup, popular escritor danés especializado en literatura de terror, la película consigue, durante sus primeros minutos, imbuir de una atmósfera sobrecogedora la solitaria gasolinera en la que trabaja de noche la pareja protagonista. La dilatada acumulación de situaciones que, gracias a los flashforwards, sabemos adónde llevarán a ambas mujeres, agota hasta al más paciente. Si el tema central de Finale es la sobreexposición morbosa del individuo en la era de la vigilancia y de las redes sociales, las imágenes apenas lo enuncian. Curiosamente, pese a tratarse de un largometraje sobre puestas en escena, el director es incapaz de otorgar la mínima elocuencia necesaria a este aspecto debido a una pobre labor de dirección y a una violencia desafortunadamente elusiva. Un compendio, en fin, de ideas estimulantes desaprovechadas —por ejemplo, la tensión laboral entre Agnes y Belinda— que, en tanto torture porn, da la talla únicamente en un gag visual de feroz amoralidad.
Tampoco The Young Cannibals (Kris Carr, Sam Fowler, 2019. Dark) exprime las posibilidades que brinda su peculiar argumento: en un remoto paraje montañoso, una bestia ancestral devora a todo aquel que ha probado la carne humana. Un caníbal que lleva años huyendo de la criatura engaña a un grupo de adolescentes para que coman hamburguesas de dudosa procedencia, poniéndolos en peligro. Con algunas ocurrencias divertidas —una de ellas, a costa del veganismo—, The Young Cannibals se queda en un trabajo más rutinario de lo que cabría esperar, aunque sólido en sus propios términos y, desde luego, idóneo para disfrutar en un festival. Su gamberra mirada sobre las desventuras del grupo exigía probablemente una mayor atención a lo splatter. Con todo, el diseño del Wendigo —un ser legendario que regresa, en formas cambiantes, cada Nocturna— es uno de los más creepy que ha obtenido este en el cine reciente. Es una lástima que el filme no esté a la altura de su sarcástico epílogo.
Finale
Por su parte, Body at Brighton Rock (Roxanne Benjamin, 2019. Sección Oficial) opera algunas variaciones subversivas en el survival desde una modestia admirable. Wendy, una guarda forestal primeriza, se ve obligada a pasar la noche junto a un cadáver en un paisaje agreste. El horror, real e imaginario, la apresará a medida que las sombras van cubriendo el territorio. Esta peculiar heroína que encarna Karina Fontes es el gran valor del filme, y en torno a ella se articulan desde los acontecimientos que se suceden hasta el tono mordaz de la propuesta. Benjamin confronta, a través del personaje, el desapego millennial con la experiencia extrema de lo real y, así, propone una inteligente renovación de este registro que consiste en el acercamiento —respetuoso a la par que irónico— a una manera de estar en el mundo escasamente explorada desde los códigos genéricos. Incluso la tosquedad con que está rodada y montada Body at Brighton Rock se acopla de un modo extrañamente coherente al espíritu de la torpe, irritante y, finalmente, adorable Wendy.
La lucha por la supervivencia del matrimonio de Koko-di, koko-da (Johannes Nyholm, 2019. Sección Oficial) tiene un sesgo más bien existencial: Elin y Tobias intentan superar, o más bien asumir, el fallecimiento de su hija Maja durante unas vacaciones. Cuando la tragedia abre en canal la cotidianeidad, haciendo real la peor de las pesadillas, el horror onírico no es sino otra manifestación de lo posible, no más inconcebible en su arbitraria perversidad que la vida misma. Los dibujos de una caja musical, que se mueven al son de una repetitiva canción infantil, se hacen de carne y hueso y persiguen a Elin y Tobias en una jornada que se reinicia constantemente, y que acaba siempre con ellos dos muertos. La clave de Koko-di, koko-da está tanto en la improbable armonía de sus heterogéneos recursos visuales como en la extraña letanía que condiciona el ritmo de sus imágenes. Su relato, en términos estrictos, es sencillo; pero en tanto ensoñación angustiosa e inmersiva, nos invita a desvelar los múltiples elementos y capas que otorgan su magnetismo a esta historia de pérdida y superación.
Recopilación de la cobertura vía twitter de la edición del Nocturna: